Home Nuestra Palabra Javier Peralta No, nada cambia ni cambiará

No, nada cambia ni cambiará

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No, nada cambia ni cambiará

RETRATOS HABLADOS

Puede que sea la desilusión de haber aterrizado de golpe en una realidad donde ya no cabe casi ninguno de los ideales de la juventud, y en realidad todos estamos en una espiral de conveniencias, en las que se quedaron en un lugar lejano las esperanzas de una verdadera justicia social, que algún tiempo tuvieron como tierra prometida las que creíamos construcciones de los ideales en tierras del Caribe y Centroamérica.

Fuimos, tal vez sin una conciencia plena, o una conciencia obnubilada por las ilusiones, militantes no registrados de revoluciones que solo desembocaron en la instauración de regímenes dictatoriales, que negamos hasta la saciedad, hasta hacernos ciegos aun cuando los teníamos frente a frente.

¿Verdaderamente creímos en la igualdad a ultranza, la tierra del Nunca Jamás, donde todos seríamos iguales? ¿Era aspiración sincera ser parte de esa sociedad en donde todos, sin importar nada, eran iguales, absolutamente iguales en lo económico, y por supuesto lo social?

Hoy, el hecho concreto es que, pareciera, las verdades de las personas maduras de esas épocas, cuando con orgullo asumíamos la frase del presidente Allende del “ser joven uno ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, nos empiezan a ser razonables, porque después de todo padecíamos la enfermedad de los ilusos, que es la juventud.

Ayer hubo elecciones en los estados de México y Coahuila, y, en términos reales, poco importa para una inmensa mayoría si gana el uno, o el otro, porque de alguna manera descubrimos que no hay poder que no dé la espalda a proyectos sociales, que no imponga las verdades del que se asume como la salvación de la patria.

Porque un hecho concreto es que la base de todo movimiento social, sabe, entiende por la costumbre de los hechos, que sin duda pueden ser beneficiados temporalmente para campear la existencia, pero nunca aspirar a ser parte de una casta divina que, cualquiera que sea su color y filiación políticamente, es lo mismo que desde tiempos ancestrales ha existido.

Y es que, a la limpia material y espiritual que implica un cambio de apariencias, sucede la instauración de un nuevo sistema que habrá de crecer, hacerse maduro, y casi de manera inmediata poner en marcha el proceso para autoliquidarse, con base a los abusos, la corrupción, el olvido de lo que fue su origen.

No, nada cambia en el espacio diminuto de nuestras existencias, porque necesariamente nada debe cambiar, y, bajo esta óptica, es posible observarnos como seres destinados a ser espectadores, que dicho de paso, ya es avance, una minoría actores, y una inmensa mayoría testigos sin opinión, sin asiento cuando menos en el teatro de la vida.

Así que, a estas horas, seguro con resultados de los comicios de ayer, que por simple observación de las negociaciones, colocarán a Morena como triunfador absoluto de los comicios en Edomex, y a la llamada “oposición” dueños hasta la eternidad de Coahuila, simplemente confirmaremos que la historia se repite, se vuelve a repetir, y lo volverá hacer cuando ya no estemos en la Tierra.

Desconozco, por supuesto, qué juego se trata este de observar hasta la saciedad el espectáculo que se repite sin que le quiten una coma, y sorprendernos, tomar partido, entrar en polémicas absurdas que dejan incluso a familias separadas para siempre. ¿Qué juego es este en el que, con todo y saber el final, insistimos en observarlo como la única solución para todos nuestros males, tristezas y melancolías?

No, nada cambia. Menos nosotros.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.MX

Twitter: @JavierEPeralta