No hay lealtad donde vive la ingratitud

En cualquier relación de trabajo el “buen trato” hacia el personal es fundamental para tener un excelente clima laboral; en tales circunstancias, los trabajadores se encontrarán comprometidos e involucrados en el crecimiento de su fuente de empleo; pondrán todo su esfuerzo y talento en beneficio de aquél que, además de ser su patrón, los trata como si fuesen sus amigos.

 

 

 

 

Pero también tenemos el polo opuesto, a muchos patrones, tal vez pesimamente asesorados, o quizá con tendencias intolerantes por ser los dueños del capital, les importa bien poco la estabilidad emocional de sus trabajadores, piensan que la mejor estrategia para que éstos produzcan se reduce a un permanente empujar, presionarlos al borde de hacerlos sentir de qué lado se encuentra el poder, “El Príncipe” de Maquiavelo seguramente es su libro favorito.

 

 

 

Ante tal circunstancia, los trabajadores inconformes se preguntarán hasta donde vale la pena partirse el alma por un sujeto que los coloca en el nivel de recurso sustituible; y es en ese momento en donde surgen los conflictos laborales, pues los trabajadores buscarán, y siempre encuentran, la manera de fastidiar a aquél que no los ha sabido respetar; el patrón les exige lealtad a sus trabajadores, pero él no ha sabido reconocerles el esfuerzo que estos ponen diariamente en la consecución de los objetivo de la empresa.

 

 

 

El patrón se esconde detrás del argumento de que para eso les paga un salario, pero tarde se dará cuenta que en una relación laboral, además del salario, también es indispensable la sana interacción de los factores de la producción.

 

 

 

¿Cómo hacerles entender a los intolerantes patrones que el ser dueños del capital no los hace dueños de la dignidad de los trabajadores?, su conducta déspota y con tintes de perdonavidas de muchos de ellos, es lo que provoca el surgimiento de los movimientos sindicales, de hecho los Sindicatos tuvieron su origen en las actitudes explotadoras de los patrones; de seguir bajo ese esquema, los patrones estarán dando vida a la semilla de su decadencia; y en México lo último que necesitamos son luchas intestinas que eviten el crecimiento en apariencia buscado por esa Nueva Ley laboral analizada con el estomago, y votada por disciplina institucional, y que hoy día vemos los nulos beneficios de su aprobación.

 

 

 

El contrato laboral también es un “acuerdo de voluntades”, y ambas partes se deben respeto, pues los dos son indispensables en el crecimiento laboral, pues de otra manera, si el contrato de trabajo es considerado solo como una cadena que únicamente favorece a la parte patronal, entonces se vivirá en un permanente conflicto de intereses en donde otros, la verdadera competencia externa, será la única que salga beneficiada.

 

 

 

La lealtad no se puedo ganar por decreto, se necesita trabajar en ella cada uno de los días de nuestra vida;  el dinero no hace más grande al capitalista, como tampoco la pobreza convierte en indigno a los trabajadores.

 

 

 

Ambos elementos productivos son fundamentales en nuestro sistema de mercado, ya que si a utilidad nos remitimos, siempre será más indispensable la mano de obra que el dinero, que es efímero.

 

 

 

O remamos todos al parejo, o estaremos pronto cayendo en un agujero tan negro como en el que ahora se encuentra Grecia, no obstante las embarradas de atole como aquellas de que en México no pasa nada porque tenemos un blindaje financiero. O nos respetamos, u otros terminarán siendo los que se lleven la grandeza del crecimiento

 

 

 

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

 

 

 

L.D. MIGUEL:.ROSALES:.PÉREZ:.

 

 

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