Hace seis años, Omar Fayad Meneses, anunciaba la cero tolerancia a la corrupción y un gobierno sin cabida para los funcionarios corruptos o parásitos. Durante su toma de protesta, el cinco de septiembre de 2016, habló del acabose de moches y del hartazgo de la gente de funcionarios que calificó como: “corruptos e ineficaces”.
En la memoria de algunos todavía resuenan aquellas amenazas hacia los funcionarios, especialmente en eventos de salud cuando Marco Antonio Escamilla Acosta, que fungía como titular de la Secretaría de Salud de Hidalgo (SSH), “¡si no cumplen con los objetivos, se van!”, expresaba el primer priista de Hidalgo ante las multitudes.
Lo dijo tantas veces y sonaba tan bien, que ahora es difícil de creer que el nuevo gobierno que encabeza Julio Menchaca Salazar esté encontrando diversas situaciones en las que supuestamente anidó la corrupción, y es increíble pensar que funcionarios que fueron más que señalados durante toda la administración anterior se hayan mantenido en sus cargos, aunque como vulgarmente se dice: “al ojo del amo, engorda el caballo”.
Recordar es volver a vivir, y en este caso particular esta cadena de recuerdos me hace pensar en el discurso que emitió Julio Menchaca durante su toma de protesta, mensaje en el que enfatizó que “no habrá segundas oportunidades” esto suena muy bien y esperemos que sea una realidad en la administración pública de Hidalgo, no en balde se han hecho advertencias y peticiones para que, de entrada, los funcionarios públicos eviten ir a los palenques de la feria, hacer desfiguros y luego, con toda la resaca encima, pretender que recibirán una segunda oportunidad.
Como dicen por ahí, “el que perdona una vez, perdona siempre” y ya se está viendo en el plano federal con Andrés Manuel López Obrador y la forma en que el poder ejercido con cordura se le está yendo de las manos hacia una ruta que muchos ya califican como autoritaria, teniendo como escenario esos perdones selectivos y negociados.
Lo anterior no le resta al trabajo hecho para el pueblo, pero sigue siendo un lastre para la congruencia que predica, pero no siempre profesa, el cabecita de algodón.
Un error que cometió Omar Fayad, del que seguro se arrepiente, es el haber perdonado a uno que otro funcionario, porque ahora esas muestras de indulgencia se convierten en manchas de una administración que intentó reivindicar la ideología del Partido Revolucionario Institucional (PRI) pero que fracasó en el intento, eso sí, acusado de ser más “morenista” que muchos que ahora se dicen serlo.
Por eso el discurso de Menchaca obtiene mayor fuerza, pero además se transforma en un gran reto, porque gran parte del trabajo que solicita la Cuarta Transformación lo inició desde el partido tricolor el gobierno anterior, y en este sentido la frase “no habrá segundas oportunidades” alienta a que la gente esté atenta del actuar de cada funcionario público y surge la esperanza de que ahora sí, el funcionario que robe, traicione, mienta, y/o no cumpla con su trabajo “se vaya de la administración pública”.
Todo parece bonito, pero en la realidad hay otro punto que debe tomarse en cuenta y es que el partido del gobierno, el del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) no tiene bases, no tiene cuadros y no tiene perfiles suficientes para erradicar de raíz toda la estructura que por décadas cimentó el PRI en compañía de otros políticos que como gigolos se venden al mejor postor.
En su momento, cuando los perredistas comenzaron a irse a Morena, Teresa Samperio León, la única líder moral y congruente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), señaló lo siguiente: “el partido ha comenzado a respirar porque se están yendo los corruptos y los que tanto mal le hicieron a la ciudadanía cobijados por una ideología que nunca ejercieron”.
Y ayer en el Congreso Local lo reiteró el diputado del PRI Juan de Dios Pontigo Loyola: “tendremos que reconocer que el PRI no es malo, que malos fueron aquellos y aquellas que abusaron de los cargos a los que llegaron olvidándose después de sus orígenes de su partido y de la gente; aquellos y aquellas, muchos de los cuales se encuentran en otros partidos o en el partido en el gobierno”.
Ahora, a Julio Menchaca, con toda experiencia y capacidad, le tocará mediar para establecer un gobierno justo y que tenga el mínimo margen de error en la administración pública, porque es bien sabido que ni Morena ha sabido gobernar ni el PRI ha sabido ser oposición y es justo aquí, en esa mediación dónde la frase “no habrá segundas oportunidades” adquiere mayor relevancia. ¡Qué todo vaya bien para Hidalgo! Y ojalá, ahora sí, no haya funcionarios parásitos y cínicos o ciegos e indulgentes, porque con el cumplimiento de esa frase al pie de la letra, el gobierno ya tendrá un gran avance y una piedra angular para sostener el verdadero combate a la corrupción y el cambio que Hidalgo necesita.