La universidad Al Azhar, el gran templo de la construcción teológica del Islam suní, fue el escenario de un largo y político discurso del papa Francisco sobre la paz.
La trascendencia de la puesta en escena era evidente, pero el Pontífice, además, habló de forma muy directa delante de la máxima autoridad del Islam Suní, Ahmed Al-Tayeb, sobre la violencia terrorista y uno de sus principales orígenes: “No habrá paz sin una adecuada educación a las jóvenes generaciones. Y no habrá una adecuada educación para los jóvenes de hoy si la formación que se les ofrece no es conforme a la naturaleza del hombre, un ser abierto y relacional”.
Francisco aterrizó en El Cairo ayer con una agenda en la que pesa especialmente la misión para el diálogo interreligioso: se ha encontrado con el papa copto Tawadros II y con el gran imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayeb.
El Papa llega en un momento en que Egipto sufre una ofensiva yihadista contra el mundo cristiano que dejó el pasado Domingo de Ramos 46 muertos en dos atentados. Por eso, hablar de paz aquí, cuando los sectores más conservadores se encontraban incómodos con esta promiscuidad religiosa, significaba hacerlo de manera clara y sin rodeos. Tanto como permiten las sutilezas vaticanas.