Nicol, la violencia que no para

Nicol, la violencia que no para

RETRATOS HABLADOS

A Nicol Santos Palafox, una niña de siete años, la asesinaron el mes de marzo del año pasado. Un sujeto cuyas iniciales son M.A.H.P. la sacó de la privada donde vivía en Tizayuca. Ayer le fue dictada una sentencia de 43 años con 9 meses, luego que un juez lo encontró culpable de feminicidio en contra de la menor. 

El hecho lastima, indigna, pero sobre todo hace luz sobre una problemática que ha carecido de manera preocupante en Hidalgo y el resto del país: una verdadera ola de agresiones, muchas mortales, en contra de las mujeres por el hecho de ser mujeres. Eso es el feminicidio.

Algo grave sucede en un país de por sí impulsado a la polarización desde las más altas esferas del poder, que no solo ha normalizado los crímenes al por mayor, y no se cansa de achacar la dramática realidad al “algo habrán hecho”, “son los malos que se buscan ese fin”, que ahora mira con ojos azorados la tendencia de los criminales, psicópatas o sociópatas, de cargarla en contra de un sector de la población que consideran vulnerable y blanco de sus peores acciones.

El caso de Nicol debiera servirnos para recobrar una conciencia social real sobre la dramática situación que vive México, embarcado en lo que llaman una revolución pacífica donde no caben más que los que comulgan con el capitán de la embarcación, que sí es responsable del timón y la tormenta, que desata cada mañana en el palacio donde vive.

Revolución pacífica que no lo es tanto, porque se ponen en práctica los mismos esquemas de la que es violenta, con objetivos a cumplir “pase lo que pase, y le pese a quien le pese”; con la mira puesta en una meta que para alcanzarla es capaz de sacrificar lo que se le ponga enfrente, trátese de recursos para la atención de mujeres en condición de vulnerabilidad o medicamentos para enfermos de cáncer.

No podemos, no debemos contribuir aún más al sistema instituido de enfrentamiento de todos contra todos, porque al final del día no va a quedar absolutamente nada para intentar reedificar una nación como la nuestra, diezmada por los que la saquearon a más no poder, reventada por los que dicen la levantaran de entre los muertos.

Nicol, su familia también, nunca pensó, que salir a jugar en una unidad habitacional privada del municipio de Tizayuca, terminaría con su muerte por estrangulamiento, luego de ser víctima de violencia física por parte del sujeto que la agredió.

La condena puede no ser la esperada por sus parientes, pero en habrá resarcir el dolor de la pérdida. No así el terror, el horror de las mujeres de nuestro Estado, de nuestro país, que miran con miedo constante que no pasa día sin nuevos feminicidios, un día sin que la mecha del encono se encienda y se vuelva a encender.

Hay hartazgo, una sensación difícil de explicar, pero fácil de sentir: México no puede, no debe seguir el camino de la furia de todos contra todos porque unos piensan de una manera y otros de otra. Eso solo beneficia a los que hoy mismo fincan con más fuerza su poder, y ambicionan mantenerlo por todo el tiempo que sea necesario. Que al final, “todas las generaciones que sean necesarias deben sacrificarse en pos de un ideal, de un sueño”, rezan cotidianamente estos personajes trasnochados de las revoluciones latinoamericanas, solo útiles para erigir mitos absurdos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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