
RETRATOS HABLADOS
La historia del poder en nuestro país resulta casi incomprensible, por la manía de historiadores y también opinadores en periódicos, de buscar a toda costa generar una realidad ficticia donde pueden existir los malos de un lado, y los buenos del otro. Es evidente que el resultado es patético y por lo tanto, la interpretación que se intenta obtener para un mejor entendimiento del presente.
Hoy en día las redes sociales, que ni son benditas ni malditas, facilita la participación en esta intensa tarea de recrear y reescribir una historia que no debería necesitar de esas acciones, porque lo que se ve y observa es que cada uno de los personajes responde a determinadas circunstancias.
El que califica a este de bueno o malo, tarde o temprano descubre que esa manía no ofrece una visión clara de momento histórico alguno, porque prejuzgar lleva a conclusiones regularmente erróneas.
Todo proceso social es producto simple y llanamente de seres humanos, no diablos, no santos ni ángeles, sino seres humanos con grandes defectos que, sin embargo, no les alcanza para situarlos en el nivel de demonios; y tampoco con tantos aciertos que los lleven al bando contrario de los querubines.
Simples seres humanos con sus aciertos y errores, regularmente magnificados por tener un poco, o un mucho de poder en sus manos.
Lo anterior, valga tan amplia divagación que intenta ser una explicación, para manifestarle que nuestro país puede ser presa de esta visión que solo puede ver el horizonte en tinieblas o luminoso, sin medias tintas, y por lo tanto sin una interpretación real, sin que esto sea una novedad.
Hoy las dichosas benditas redes impulsan una campaña similar a la que vivió el ex Presidente de infausta memoria Enrique Peña Nieto, pero ahora en la persona de Andrés Manuel López Obrador, y aún cuando ya pasaron cuatro años de su gestión, ya intentan implantar la idea de que todo su mandato ha sido un soberano fracaso.
El clima de odio que buscan imponer, es el mismo que golpeó con singular intensidad la pasada administración presidencial, que con mucho se quedó en la intención de ser convertido en arquetipo de la maldad.
Es importante pugnar porque esta tendencia a querer hacer que todo lo veamos como bueno-bueno, o malo-malo, desaparezca, porque solo sirve a los de siempre, los que obtienen beneficios por saber con certeza que esa idea estúpida de la realidad es para tontos.
Nadie en sus cabales puede aceptar, ni como simple posibilidad, la versión que busca a toda costa incubar en la mente de los ciudadanos, la idea de que todo, absolutamente todo, va mal en el país, y que es urgente emitir un fallo lapidario sobre el inquilino de Palacio Nacional.
Tampoco aceptar con una facilidad que espanta, la versión de que el poder ya desquició a quien no cumple ni un año con el mismo en sus manos. No es cierto, y mucho menos que ha decidido emular en actos de corrupción a Carlos Salinas, tal vez este sí un gran prospecto de diablo real. Que conste, solo tal vez, por que apenas llegó a remedo de aprendiz.
Es necesario dejar de mirar lo que nos sucede cada día con la obsesión de colocar de un lado a los malos-malísimos, y del otro a los buenos casi santos.
Los que hoy mismo en el país, y por supuesto un Estado como el nuestro ya situamos en el banquillos de los hijos de Luzbel, mañana encontraremos a los que serán beatificados para vergüenza de la interpretación que hicimos.
Mejor mirar con calma el panorama, intentar entenderlo, saber que sí hay responsables de un momento histórico, pero no culpables, mucho menos porque nosotros lo decimos.
Entender que es, simple y llanamente, el actuar de seres humanos, y que además, con bastante regularidad, todos hablan de acuerdo a como les ha ido en la feria.
Mil gracias, hasta mañana.
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