Home Nuestra Palabra Nadie se mueve

Nadie se mueve

0

RELATOS DE VIDA

Era un día como cualquier otro, Mónica se levantó a las 5:30 de la mañana, fue al baño a lavarse la cara, lavó sus dientes, alació su cabello, regresó al cuarto a cambiarse y se dirigió a la habitación de sus dos pequeños para despertarlos e indicarles que se pusieran el uniforme.
En tanto, caminó a la cocina calentó leche, sirvió dos platos con cereal, sacó recipientes para guardar el alimento para la hora de recreo, hizo tortas, pico zanahoria, preparó té y todo lo colocó estratégicamente en la lonchera.
Los pequeños llegaron al comedor y comenzaron a desayunar, al concluir fueron a lavarse los dientes y a peinarse; por último agarraron las mochilas, mientras Mónica se encontraba encendiendo el carro para que se calentara, y volvió a introducirse en la casa para verificar que todo estuviera desconectado, las luces apagadas y el gas cerrado, cerró la puerta de la casa y subió al automotor para iniciar el camino hacia las escuelas.
Una vez que entraron en la institución, fue a su trabajo, una jornada de 8 horas le esperaban, aunque se verían interrumpidas para recogerlos a la escuela, y regresar con ellos para concluir con la labor del día.
Llegaron a casa, los tres se pusieron ropa cómoda, Mónica preparó la comida y después de unos minutos comieron juntos; era hora de las labores propias, los niños hacer tarea y la madre lavar trastes, ropa, planchar, arreglar los uniformes, y darle una escombradita rápida a la casa.
La mujer estaba separada, y si bien su ex pareja y padre de sus hijos contribuía con la mitad de las responsabilidades y educación de los niños, la mayor parte era realizada por ella, quien a últimas fechas se notaba cansada; aun así concluía el día optimista y amorosa con un beso en la frente a los pequeños y un “te amo”.
Al otro día Mónica ya no estaba, la jornada en la casa y de formación de los pequeños fue absorbida por el padre, mientras que los niños no dejaban de exclamar – ¡Extraño mucho a mamá! – clamor que no era respondido o aclarado.
Los días resultaban difíciles para el nuevo trío, los hábitos cambiaron, las actividades no eran las mismas, los tiempos se desfasaban, y aunque el papá hacía todo lo que estaba en sus manos para desempeñar todo lo que hacían en un mismo día, le era complicado.
La ausencia de Mónica no fue por una marcha o por un movimiento, ya no regresaría, el día que los persignó y pronunció un “te amo”, fue el último de su vida; el cáncer la acabó; ella lo presintió y una vez acostados los niños llamó al padre para pedirle que fuera a verla.
Llegada la madrugada, su ex pareja acudió al llamado, estuvo en la víspera de su partida, aquella en la que con lágrimas en los ojos Mónica le pidió cuidara bien de ellos, cuidara, protegiera y amara; y también le suplicara que cada día les recordara lo mucho que los amaba.