
Pido la palabra
La política es cosa seria, siempre y cuando se conciba a ésta como una actividad con orientaciones ideológicas bien definidas; y se use en los procesos de ordenamiento social como una magnífica herramienta para dirimir controversias y tomar decisiones que beneficien a la mayoría del grupo; procurando no perjudicar, o cuando menos no en grado crítico, al resto de los ciudadanos; y sobre todo, armonizar los distintos intereses que siempre existirán en una comunidad, producto de la convivencia e interrelación entre los individuos.
Pero esto no deja de ser solo teoría, quizá letra muerta, muy cercano a la Utopía de Tomás Moro, ya que nuestra realidad nos despierta de inmediato en un mundo distinto para cada quien, según los intereses que se persigan; la concepción de la política la hemos devastado al circunscribirla solo al conjunto de necedades y sandeces que un reducido grupo de oportunistas llamados políticos, oficialistas y contra oficialistas, realizan día con día; y eso, estimados amigos, no es política, si acaso en el mejor de los casos la podemos definir como politiquería barata, aunque por desgracia en su mayoría no pasa de una simple y vulgar grilla.
Apasionadamente inocentes nos veríamos si creyéramos en la espontánea participación de algunos actores políticos, quienes de repente se convierten en redentores de las causas del pueblo y se proclaman auténticos luchadores sociales; y tratan de convencernos de que no duermen, que no descansan mientras haya en el mundo un ser al que puedan ayudar; lo único raro de todo esto, es que dicha convicción política les florece exclusivamente en época de elecciones; ¡pero no pensemos mal!, quizá en periodos no electorales solo hibernaban para recuperar la fuerza perdida en su largo batallar.
Y reitero que el quehacer político es cosa seria, pues de ninguna manera es para dar risa ver la enorme capacidad de los grillos para tergiversar realidades; muchos de ellos son unos auténticos parásitos de la política, pues abusando de la buena fe y memoria corta de los ciudadanos, buscan sacar provecho para su exclusivo y particular beneficio, disfrazándolo de una preocupación social que están muy lejos de sentir.
En campaña se gastará mucho dinero; presupuestos millonarios en los Partidos Políticos para que sigan realizando su quehacer proselitista, y éstos puedan llegar a las masas con más promesas de apoyo social; dinero tirado a la basura, dinero del pueblo arrebatado a los pobres que lo generan.
Para los políticos electoreros pasan inadvertidas los miles de madres de familia que diariamente hacen sus recorridos para ofrecer las mercancías de sus catálogos de zapatos, de perfumes, de ropa, de lo que sea con tal de ganarse una pequeña comisión, y que a la postre el verdadero negocio es para las grandes empresas que desde la venta de dichos catálogos ya están ganando dinero; más los impuestos que se les condonen.
Hoy más que nunca cobra vigencia el que “nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto”, nadie debe sentirse satisfecho mientras haya alguien que diga que debe emigrar fuera de su estado natal, pues en éste, a veces “no tenía ni para tragar”, así me lo han hecho saber.
También asombra ver cómo de repente surgen por todos lados organizaciones altruistas, redes que toman banderas ciudadanas y las venden como propias de un grupo en particular; pero como dicen en mi pueblo, nadie da paso sin huarache, todo lleva un fondo que por más que trate de ocultarse es más que obvia la acción “desinteresada”, pues “si camina como pato, hace como pato y parece pato”, empiezo a sospechar que puede ser un pato.
Por ello, como buenos ciudadanos, como buenos hidalguenses, no debemos caer en la apatía del “para qué opino si de todas maneras los Partidos Políticos hacen lo que quieren”; tal vez esa premisa tendría mucho peso en el siglo pasado, pero ya no, mucho menos en este momento en donde las redes sociales han abierto el panorama de todo lo que sucede en nuestro entorno, estamos en un excelente momento de sacudirnos esa indiferencia del pasado.
No esperemos que el cambio llegue solo; el cambio lo debemos generar nosotros los ciudadanos, exigiendo el cumplimiento de compromisos, castigando en las urnas el engaño o la indolencia de nuestros representantes, conociendo nuestros derechos y cumpliendo nuestras obligaciones; si nuestros representantes sociales no tienen la intención de ser factor de cambio y nos quieren dar pan con lo mismo, empujemos fuerte, hagamos oír nuestra voz, que tal vez una sola solo sea un grito ahogado en la inmensidad del desierto, pero estoy seguro que somos muchas voces y algún día nos escucharán y sabrán que ya no queremos ser solo carne de elecciones en el olvido.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.