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Morir en el mar

Morir en el mar

PEDAZOS DE VIDA

Todo parecía indicar que era una tarde de verano, de aquellas que se añoran cuando se tiene el dinero suficiente para pagarse un viaje a la playa para llegar, descalzarse y caminar sobre la arena caliente para sentir las refrescantes olas que llegan debilitadas hasta la orilla.

Hay momentos en que sólo se necesita escuchar el sonido del mar, en los que no queda más que recostarse en un camastro en una playa que no tiene gente, en un lugar del cuál no sabes de dónde salen las cervezas y el agua fresca del coco, una de esas ocasiones en que la rareza pasa de largo ante la experiencia que se vive en soledad. 

No sé porque le había tenido tanto miedo al mar si en un momento así es lo único que se le puede pedir a la vida, un sol quemante que no puede atravesar una palapa, un calor que se tolera por la brisa del mar, y unas ganas de vivir echándose al agua fría y salada que no tiene fin para un simple humano que necesita descansar. 

Tras pensarlo un poco, decidió quitarse las chanclas, dejarlas bajo la hamaca y encaminarse hacia el mar. El calor era insoportable fuera de la palapa, la brisa amortiguaba un poco aquella situación pero los pies no se salvaban del calor de la arena; corrió hasta que alcanzó a refrescarse con el agua y ahí caminó hasta verse sumergido en el mar.

El calor incrementó gradualmente. El agua comenzó a sofocarlo, el calor era insoportable, a lo lejos alcanzaba a ver la orilla devastada como por un incendio, y el agua hervía mientras el rojo comenzaba alcanzarlo, recordó la lava de aquellos volcanes submarinos, pensó que quizá estaba en medio de una erupción… 

La respiración se fue haciendo menor, ya no había tiempo de guardar la compostura ni de mantener la calma, el olor a sangre era  cada vez mayor, y conforme se sumergía en un mar pintado de rojo la respiración iba disminuyendo…

Su cuerpo lo encontraron sobre la cama, su hemorragia lo había bañado en sangre pero para cuando lo encontraron todo estaba seco, el coágulo que lo había asfixiado se había marchitado, y en su sueño se había ido en medio del mar. Un mar al que siempre le tuvo mucho respeto.