En entrevista radiofónica dijo: “Se hicieron escuchas telefónicas mucho tiempo y no encontraron absolutamente nada”, explicó. Después diría que las escuchas de la policía española no revelaron otra cosa que a su mujer pidiendo una pizza o una llamada de la escuela de su hija para ir a una reunión de padres o conversaciones suyas por asuntos académicos, pues Moreira cursó estudios de posgrado en 2013 en la Universidad de Barcelona.
Asuntos domésticos; nada que ver con las duras acusaciones que penden sobre él desde hace años: malversación de fondos públicos, lavado de dinero, incluso nexos con el crimen organizado.
En las entrevistas que ha concedido a medios locales desde que el 3 de febrero regresó a México, Humberto Moreira ha leído y releído una frase del auto con el que el juez español Santiago Pedraz le concedió la libertad: “No hay pues acto alguno que denote la comisión o siquiera la preparación de delito alguno”. Y ha reiterado también que en 2012 fue exonerado en México. “Soy el único político que ha sido denunciado por tantas cosas y que de todas ha salido inocente”, ha dicho el expresidente del PRI.
Lejos de amilanarse, a su regreso a su país Moreira ha sacado pecho y, como si de un reto pugilístico se tratase, anunció a sus rivales que volverá a la política: “Si están frustrados porque ven que me exoneran y me exoneran les recomendaría: ya no se hagan tantos corajes, que se van a enfermar. Mejor que vivan la vida, que sepan que estas batallas no se dan en los tribunales porque yo las gané, y si quieren pelear conmigo nos vemos en las urnas cuando yo me registre de candidato a algo. Y ahí sostendremos la gran pelea”, dijo a la entrevistadora Adela Micha.
Nada más poner pie en el aeropuerto de la Ciudad de México, un miércoles por la noche, Moreira comenzó a reivindicarse ante los periodistas. “Han manchado mi honor”, declaró.