Como nunca antes desde su traslado un tormentoso 16 de abril de 1964, se inició un proyecto que ha permitido documentar sus componentes, físicos y estéticos, y sus agentes de deterioro
Los encharcamientos y su sigilosa pero pertinaz filtración hacia los poros de la piedra representaban una de las amenazas para la conservación del Monolito de Coatlinchan, como nombran los restauradores a esta gran escultura prehispánica —quizá la única expuesta de forma pública en el país—, que está a la espera de que un día se defina la advocación de la deidad del agua a la que representa, si Tláloc o Chalchiuhtlicue, y a la cual se le han realizado diversos estudios que contribuyen a su preservación.
Como nunca antes desde su traslado un tormentoso 16 de abril de 1964, se inició un proyecto que ha permitido documentar sus componentes, físicos y estéticos, y sus agentes de deterioro, valiéndose de herramientas como el escaneo láser y la fotografía de alta resolución.
En la pila que la escultura tiene en su parte superior, a más de 7 metros de la superficie, los especialistas no sólo hallaron algunas monedas fuera de circulación que depositaron algunos osados, también encontraron escurrimientos de agua de lluvia que caían hacia su frente y por una fisura, cuyo origen es anterior a su traslado del pueblo mexiquense de Coatlinchan.
Un equipo del Laboratorio de Conservación del MNA, adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), diseñó una canaleta que diera a la parte posterior de la gran talla de piedra, exenta de relieves. En general se eliminaron las acumulaciones de agua pluvial, en particular de aquellas localizadas en poros grandes de la piedra y áreas horizontales.
Con la colaboración del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) de la UNAM, se desarrolla un prototipo de monitor láser que ayudará a medir cualquier vibración o variación de su vertical.