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Los castigos corporales del México Prehispánico

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Los castigos corporales del México Prehispánico

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    •    El Códice Mendoza nos describe cómo debía ser la educación de los niños desde los tres a los 14 años


Imagínese un domingo abasteciendo la despensa por los callejones del tianguis; claro, en tilma o huipil, con huaraches y sin cubre bocas que lo proteja de la contaminación, con nada más en el “bolsillo” que algunas plumas de quetzal y granos de cacao y de pronto ver una tromba enrarecida aporreando a un par de ladrones.
Claro que antes de la Conquista de México -1521 por ponerle una fecha- este era llamado tianquiztli y como dictaban las Ordenanzas de Nezahualcóyotl casi todo mal comportamiento tenía como castigo el ser colgado o ser golpeado hasta morir; pero no se confunda, no tratamos de hacer algún tipo de apología de la violencia.
Tampoco debemos alarmarnos ni tachar de extremistas a los antiguos pobladores del Valle de México. El Códice Mendoza nos describe cómo debía ser la educación de los niños desde los tres a los 14 años y por sus castigos tan severos, nos hace pensar que no muchos crecieron con la intención de cometer actos fuera de las normas.
Aunque el Códice Mendoza es un referente mexica a nivel mundial, dos de las leyes que hablan de castigos a malhechores prehispánicos son el Códice Quinatzin y las Leyes de Moctezuma, los cuales comparten algunos datos.
La antropóloga social Mohar Betancourt dice en su tesis de doctorado que las Ordenanzas son algunos de los textos más fidedignos a los que tenemos acceso, ya que Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, quien los recuperó, perteneció a la casa noble de Texcoco y accedió a los pergaminos de primera mano.
En el Mapa Quinatzin menciona, como en nuestros días, que los que ejercían estos juicios y permitían los castigos era un consejo aprobado de jueces, en este caso por Nezahualcóyotl, al cual podía acceder cualquier persona. Las leyes eran igual tanto para miembros del consejo como para cualquier persona del pueblo.
Como sabemos hay de robos a robos. Cuando lo hacían los que representaban al poder resultaba uno de los actos más inescrupulosos y para el poeta Nezahualcóyotl estos “políticos corruptos” no merecían un castigo más leve que ser asfixiados hasta morir.
Por eso el sabio decía: “aquel que hiciera uso de su poder y se adueñara de alguna tierra, que se le ahorcase por ello”. También al “cobrador que pedía más de lo que debían pagar los súbditos”.
Por otro lado, aquellos jueces que recibieran sobornos merecían ser degollados. Otros que eran colgados y destinados a morir por asfixia eran los salteadores de caminos, esos que ahora se suben a las combis o a su autobús de preferencia para arrebatarle sus pertenencias.
Como mencionamos al principio, al malhechor que se le iban las manos en el tianguis lo apedreaban o golpeaban hasta morir, “era ley que luego públicamente en el mismo mercado le matasen a palos”, dice la ordenanza.
Otro crimen que merecía la pena de muerte era “robar el Chalchihuitl” que era un collar de jade que pertenecía a los “nobles”.
Uno de los castigos que seguramente aterrorizan a la opinión pública es el que se merecían los alcohólicos. Si estos eran meros habitantes del pueblo y se les sorprendía por primera vez, los rapaban en el mercado y su casa era saqueada y derribada. La segunda vez que eran sorprendidos obtenían la pena de muerte.
Nezahualcóyotl dicta en la ley que “el que se priva del juicio (se altera la mente con estupefacientes) que no sea digno de tener casa, que viva en el campo como bestia”. En el caso de los adúlteros, el varón era incinerado mientras otros le aventaban agua con sal para que le ardiera más, en tanto que la mujer era colgada.
Frailes, cronistas y conquistadores españoles escribieron la historia a su modo, como la comprendieron: “las leyes las sacaban de papeles con pinturas que eran muy apreciadas por los indios”. Por supuesto, creyeron conveniente incinerar la mayoría.