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El dibujante que asesinó a Álvaro Obregón

José de León Toral siguió al caudillo hasta el restaurante La Bombilla, le hizo un retrato y luego le disparó en la cara. El domingo 9 de febrero se cumplen 91 años de su fusilamiento

José de León Toral nació en una familia católica de San Luis Potosí, a sus 11 años ya vivía en Ciudad de México, donde jugó futbol para el América (Centro Unión en ese entonces), adoptó el lema “¡Viva Cristo Rey!” de los cristeros y decidió matar a Álvaro Obregón cuando el gobierno fusiló sin juicio a su amigo y compañero de cancha, Humberto Pro, en noviembre de 1927.

Humberto, Agustín y Roberto Pro fueron inculpados como autores intelectuales de un atentado con bombas caseras contra Obregón en el Bosque de Chapultepec. El caso de Agustín fue conocido por ser un mártir que murió injustamente, pero es la muerte de Humberto la que afectó a José. Roberto, por ser menor de edad, fue exiliado a Cuba y allí recibió una carta de De León Toral el 8 de marzo de 1928. “Nuestro Señor tuvo que morir para salvarnos. Yo necesité que murieran tus santos hermanos para decidirme a moverme. Ahora estoy trabajando con empeño”.

El 16 de julio de 1928 José salió de casa con pretexto de ir a una excursión, rezó en la Parroquia del Espíritu Santo como cada domingo, desayunó en Tacuba y llegó a Sullivan al medio día a esperar a Obregón junto a sus seguidores. “Salió en un camión de capacetes altos. Yo con mi falta de práctica para tirar, no me atreví a hacerlo, porque por más cerca que pudiera estar siempre había unos tres metros de distancia y no podría yo arriesgarme, no mi vida, que ya estaba dispuesta a darla, sino a fallar y herir a otra persona”, sostuvo José durante su juicio, transcripción que se encuentra en José de León Toral, de Ramón Ruiz Pineda.

José regresó a casa decepcionado para pasar su última tarde junto a su esposa, pero de pronto recordó que el día de las bombas alguien había señalado una casa de la avenida Jalisco (ahora Álvaro Obregón) como la del caudillo y salió a verificar si era cierto aunque sólo pudo deducir cuál era para regresar al día siguiente a esperar con un cuaderno de dibujo.

“Como a la una vi salir unos coches que partieron en dirección a San Ángel. Por la hora, lo probable es que fueran a tener alguno de esos banquetes que tienen los políticos en algún restaurante del rumbo, así fue como pensé en ir a La Bombilla”.

En ese restaurante encontró a Obregón y comenzó a dibujarlo, levantó sospechas y mejor se decidió. “Llegué por el lado derecho, él volteó la cara con bastante amabilidad a ver los dibujos. No llegó a ver ni el primero porque yo saqué el arma y disparé el primer tiro en la cara y bajé la pistola sin saber cuántos tiros se dispararon”.

Lo capturaron y llevaron ante Plutarco Elías Calles, allí declaró que lo mató para que Cristo reinara en México sobre las almas. Calles lo entregó a los obregonistas para que lo torturaran colgándolo de manos y pies, pues no tenían idea de quién era y querían su confesión.

“Comenzaron a darme vuelo –mecerlo-, a cada movimiento se me encajaban más las cuerdas. Me amarraron de los pulgares, se me zafó uno y todo el peso cayó sobre el otro. Me volvieron a asegurar el dedo y por segunda vez se me zafó. Me dejaron descansar, pero mientras estaba tirado, me golpeaban la cara con unas correas. Llegué a decirles que no fueran tan crueles. Me amarraron de los testículos jalándome hasta levantarme, luego de las axilas, quizá fue lo más terrible, sentía asfixiarme”, recordaba De León Toral.

Tras confesar quién era, quedó preso en Lecumberri y allí fue fusilado el 9 de febrero de 1929. Su cuerpo lo llevaron con sus padres para que un doctor le sacara el corazón y así lo conservaran. El gobierno expulsó al médico de México y después trató de impedir que 150 mil cristeros llegaran al sepelio en el Panteón Español.

Hubo celebración, la época de caza de católicos había terminado, José exterminó al enemigo de los cristeros, podían salir a las calles sin temor a que los mataran.

“Ni un instante dejaron de orar. Los guardias no pudieron impedir el paso a los simpatizantes a pesar de los refuerzos que enviaba la Inspección General de Policía”, escribió Ruiz Rueda. Del evento resultaron 3 muertos y 23 heridos.

Esperanza de León, hija de Toral, inició un proyecto para canonizarlo: “Mi padre cambió su vida por la del señor Obregón y lo dejó todo… desde que tengo uso de razón empecé a ir a su tumba. Los primeros años estaba pintarrajeada, el pueblo le pedía favores. En la familia algunos se encomiendan a él”, dijo en entrevista con otros medios. La iniciativa no tuvo frutos, la Iglesia no canoniza asesinos. “¡No matarás!”, es uno de los mandamientos que José no cumplió.