El grabador más conocido
José Guadalupe Posada volvía caricatura todo lo que veía, desde las fiestas populares hasta las presentaciones de la clase política.
Su creatividad e imaginación ha representado a México a nivel mundial a lo largo de varias décadas.
A pesar de que su nombre nos resulta conocido, el grabador falleció en la pobreza, alejado de toda fama.
En los inicios de su carrera fungía como ayudante de un taller de cerámica y más tarde trabajó como aprendiz de litografía y grabado.
Su primer taller se ubicaba en la calle de Santa Teresa y tiempo después lo trasladó a Santa Inés hoy calle de Moneda, en el Centro Histórico.
Quien pasara frente a su taller podía leer el anuncio: “Ilustraciones para periódicos, libros y anuncios J.G. POSADA, Taller de grabado”.
No hubo un tema que escapara de su mesa de trabajo: desde corridos populares, historias criminales, retratos caricaturizados, cuentos, chismes.
Sobre todo, es recordado por sus caricaturas que criticaban el régimen de Porfirio Díaz, publicadas en revistas de sátira política como “Argos”, “La Patria”, “El Ahuizote” y “El hijo del Ahuizote”. En sus trabajos solían aparecer animales ponzoñosos -como culebras y serpientes-, esqueletos o ángeles, que combinados con frases sarcásticas o irónicas que señalaban las problemáticas que dominaban el interés nacional.
Cuando estalló la guerra de la Revolución, Posada se dedicó a ilustrar los acontecimientos para los diarios o panfletos que llegaban a las clases trabajadoras y todos los problemas que trajo consigo la guerra.
Se dice que él definió el imaginario que se tiene del Día de Muertos, ya que a pesar de no ser el primero en ilustrarlo, las famosas “calaveritas” hoy se pueden ver cientos de escenas donde esqueletos están haciendo “cosas” de gente viva.
Una de las frases más célebres que se le atribuye es que “la muerte era democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acabaría siendo calavera”.
El trabajo de Posada incluye alrededor de 9 mil obras. Hoy, la calle frente a su taller está llena de vendedores ambulantes y sólo una placa en la pared recuerda al grabador.
Cuando se le pregunta a una vendedora si conoce el nombre de José Guadalupe Posada, ella responde: “uno viene a trabajar, pero para que esté la placa quiere decir que fue alguien importante ¿no?”.