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Mochilazo en el tiempo

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Construido hacia finales de los años treinta e inaugurado a inicios de los años cuarenta, el puente de Nonoalco fue un parteaguas para la ingeniería civil capitalina. Si bien fungía como prolongación de la Avenida de los Insurgentes Norte hacia la Raza, su estructura también servía para librar las vías del ferrocarril de la estación de Buenavista y de los patios de Tlatelolco.

 

 

Ahora que dieron inicio las obras ecológicas en las columnas del segundo piso del Periférico, vale la pena recordar al puente vehicular de Nonoalco, el más antiguo de todos los de la Ciudad de México.

Construido hacia finales de los años treinta e inaugurado a inicios de los años cuarenta, el puente de Nonoalco fue un parteaguas para la ingeniería civil capitalina. Si bien fungía como prolongación de la Avenida de los Insurgentes Norte hacia la Raza, su estructura también servía para librar las vías del ferrocarril de la estación de Buenavista y de los patios de Tlatelolco.

Su destacada presencia se plasmó en algunas de las películas más importantes del cine mexicano y fue retratada por la lente de personajes tan relevantes como Gabriel Figueroa, Juan Guzmán, Luis Buñuel y los fotoperiodistas Manuel Ramos y Nacho López. No sólo artistas tras la cámara se interesaron en capturarlo, sino también escritores como Juan Rulfo o Fernando del Paso, éste último en una entrevista con Elena Poniatowska contó que este elevado fue inspiración para novela José Trigo.

Un elevado coprotagonista

Los linderos cercanos al Puente de Nonoalco y a la estación ferrocarrilera de Buenavista fueron locaciones naturales para películas como “Víctimas del pecado” de Emilio el Indio Fernández, “Vagabunda” de Alfonso Rosas o la multipremiada cinta “Los Olvidados” de Luis Buñuel, en las que se capturaba la calidad de vida y vivienda de la zona, que para ese entonces era parte de la periferia de la capital.

En el filme “Del brazo y por la calle”, el personaje de Marga López describió a Nonoalco como un barrio de miseria, vicios y pobreza.

Alfonso Corona narra, en su película “El camino de la vida”, la historia de dos niños que por diversas circunstancias llegan al reformatorio del Tribunal para Menores. Los patios donde los niños del reformatorio juegan, son los juegos infantiles que alguna vez retrató Nacho López en el bajo puente de Nonoalco.

Por su parte, en “Un rincón cerca del Cielo”, el personaje de Pedro Infante hace todo lo posible para solventar los gastos económicos de su familia pero, tras la muerte de su hijo, decide aventarse a las vías del ferrocarril desde el puente, sin lograr morir. No cabe duda que tanto el puente como el ferrocarril tuvieron un lugar primordial en el desarrollo de estos tramas.

EL UNIVERSAL acudió a esta zona que se vuelve solitaria al caminar sobre Insurgentes. Las fachadas aledañas a Santa María la Ribera empiezan a verse destartaladas y el letrero de “Teatro Ferrocarrilero” es casi imperceptible.

En el lugar donde alguna vez pasó el ferrocarril ya no hay vagones vueltos casas, sino vallas y rejas que separan a los transeúntes de las vías del Tren Suburbano y un puente peatonal para cruzarlas. Hoy, una parte del bajo puente es un estacionamiento de la Policía Auxiliar de la ciudad. Algunas calles y construcciones del barrio de Nonoalco desaparecieron con la creación de la Unidad Habitacional Tlatelolco años después, pero el puente vehicular siguió, y seguirá, siendo una de las vialidades más importantes al norte de la Ciudad, bien valdría la pena instalarle una placa por tener un lugar primordial en varias cintas del cine mexicano.