El medio brazo de un presidente que duró 74 años en formol
Don Feliciano Cruz fue el velador durante treinta años del recinto construido en honor de Álvaro Obregón y aún recuerda la tragedia: “Obregón perdió su brazo el 3 de junio de 1915 en la hacienda de Santa Ana del Conde, Guanajuato”, relata el hombre menudito y de voz recia.
Doña Eudosia Martínez, esposa del señor Feliciano, cuenta que ambos son originarios de Oaxaca. Ella consiguió trabajo como empleada doméstica en la casa del entonces delegado de Tláhuac, Alberto Alvarado Arámburo: “Yo trabajaba en casa y él (el jefe delegacional) lo pudo acomodar aquí”, afirma ella haciendo referencia al monumento que se encuentra a sus espaldas.
El gobierno les construyó una pequeña vivienda cercana a la edificación para que el señor pudiera realizar su trabajo. Desde 1986, don Feliciano vigilaba, daba información y hacía la limpieza en el recinto diseñado por el arquitecto Enrique Aragón Echegaray y decorado con las estatuas (El Trabajo y La Fecundidad) de Ignacio Asúnsolo. El número de asistentes era abundante.
Don Feliciano, de 90 años, aún tiene grabada en su memoria la historia de la torre inaugurada en 1935 —siete años después de la muerte del político— por el presidente Lázaro Cárdenas. Continúa con la narración: “(A Obregón) le dispararon en el brazo derecho. El doctor le dijo que ya no se le compondría porque se le quedó colgando, campaneando… y le dio corte”.
Una mano amarillenta, con uñas bien cortadas…
“Era una mano amarillenta, engarrotada, con las uñas de los dedos bien cortadas, que se erguía sobre la base pulposa de la carne desgarrada”, relata Héctor de Mauleón en su libro “La ciudad que nos inventa”.
Otra versión atribuye la pérdida de la extremidad derecha a la explosión de una granada en la Batalla de Celaya, mientras el general se encontraba explicando el plan de ataque a los constitucionalistas —en la hacienda de Santa Ana del Conde— para enfrentar a los convencionalistas, quienes defendían la postura de Francisco Villa.
De inmediato, tuvo atención médica de Enrique Osornio y el brazo fue amputado. Desde entonces, se le conoció como el Manco de Celaya, a pesar de que ese no fue el lugar donde ocurrió el hecho.
¿Qué pasó con su brazo? El historiador Pedro Castro menciona, en su libro Álvaro Obregón: fuego y cenizas de la revolución mexicana, que fue conservado en un frasco con formol y estuvo bajo el poder de Enrique Osornio hasta la construcción del monumento donde se exhibió; otros dicen que tuvo varios destinos antes de llegar al recinto edificado en su honor.
Héctor de Mauleón, colaborador de EL UNIVERSAL, menciona —en su obra antes citada— que, después de la mutilación, el brazo fue solicitado por el militar Francisco R. Serrano como recuerdo del enfrentamiento. Pero en una de sus juergas quizá fue burlado por una prostituta que presuntamente se lo robó.
El mismo médico encontró el medio brazo en un burdel
En “La ciudad que nos inventa” también se relata que la extremidad encapsulada fue a parar a un burdel de la avenida Insurgentes, donde la encontró Enrique Osornio —el mismo médico que lo atendió cuando la perdió— y él la entregó al ex secretario particular del general Obregón, Aarón Sáenz. Éste último se encargó de convencer al presidente Lázaro Cárdenas de realizar una construcción en honor del militar, en el mismo lugar donde años más tarde perdió la vida.
Un par de días antes de morir, Álvaro Obregón recalcó a su hijo lo siguiente: “(…) Si muerto yo, no cumples con tus deberes —agregó con amable ternura— mi espíritu vendrá a jalarte los pies todas las noches. Los hombres públicos —le dijo— estamos expuestos a los más serios y graves peligros (…). Por lo tanto, es necesario pensar que algún día, desgraciadamente, pueda caer víctima de la asechanza de mis enemigos; y eres tú, Beto, quien queda como jefe y cabeza de la familia (…)”, se narra en la entrevista titulada “Las dos tremendas emociones que en un día sufrió Humberto Obregón” —publicada por EL UNIVERSAL ILUSTRADO el 2 de agosto de 1928—.
El 1 de julio de 1928 en México se celebraron elecciones del Poder Ejecutivo y Legislativo, donde el caudillo resultó ganador. Pero 16 días después, el Presidente salió de Palacio Nacional en dirección a uno de sus restaurantes predilectos: La Bombilla, para festejar con los diputados del Estado de Guanajuato su reciente nombramiento. Bajó de su Cadillac y arribó al banquete.
Aún no le habían servido el postre, cuando José de León Toral, un joven dibujante de 27 años, se acercó al sonorense con el pretexto de hacerle un dibujo y le disparó a quemarropa. Seis tiros terminaron con su vida. María Concepción Acevedo, o Madre Conchita, fue la autora intelectual.
Lo único que se resguardó del Manco de Celaya fue el brazo, el cual había perdido varios años antes de su muerte —conservado durante 74 años en un frasco con formol, dentro de un monumento hecho en su honor—. El 16 de julio de 1989, “incineraron la extremidad y mandaron las cenizas al panteón de Huatabampo, Sonora”, relata don Feliciano. La ignición ocurrió a las 11:00 horas en un mausoleo de la avenida Insurgentes Sur, Ciudad de México, de acuerdo con una nota publicada por EL UNIVERSAL.
El brazo de “carne y hueso” no se volvió a exhibir, fue sustituido por uno de bronce y los visitantes no volvieron a saciar su curiosidad. Hoy, de acuerdo con información de trabajadores, está previsto que el parque se reinaugure en los próximos días.
UN PAR DE DÍAS ANTES DE MORIR, ÁLVARO OBREGÓN RECALCÓ A SU HIJO LO SIGUIENTE: “(…) SI MUERTO YO, NO CUMPLES CON TUS DEBERES —AGREGÓ CON AMABLE TERNURA— MI ESPÍRITU VENDRÁ A JALARTE LOS PIES TODAS LAS NOCHES. LOS HOMBRES PÚBLICOS —LE DIJO— ESTAMOS EXPUESTOS A LOS MÁS SERIOS Y GRAVES PELIGROS (…). POR LO TANTO, ES NECESARIO PENSAR QUE ALGÚN DÍA, DESGRACIADAMENTE, PUEDA CAER VÍCTIMA DE LA ASECHANZA DE MIS ENEMIGOS; Y ERES TÚ, BETO, QUIEN QUEDA COMO JEFE Y CABEZA DE LA FAMILIA (…)”, SE NARRA EN LA ENTREVISTA TITULADA “LAS DOS TREMENDAS EMOCIONES QUE EN UN DÍA SUFRIÓ HUMBERTO OBREGÓN” —PUBLICADA POR EL UNIVERSAL ILUSTRADO EL 2 DE AGOSTO DE 1928—