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MIRADAS | La nostalgia por los sabores que disfrutaron de niños, en “El Centavito”

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MIRADAS | La nostalgia por los sabores que disfrutaron de niños, en “El Centavito”

La dulcería “El Centavo”, conocida por muchos como “El Centavito” mantiene sus puertas abiertas en Pachuca desde 1938, endulzando la vida de miles de persona por generaciones y, aunque ha cambiado de dueños, permanece de pie en pleno corazón de la capital hidalguense. 

La nostalgia de encontrar caramelos que los abuelos disfrutaron cuando eran niños, quizá es piedra angular de este espacio que aunque pareciera un paraíso para los menores, es un rinconcito para degustar un sin fin de sabores y texturas generadas por el azúcar y las materias primas convertidas en: chocolates, caramelos macizos, gomitas y demás. 

El actual dueño, Guillermo Rafael Hernández Borbolla, comenzó a trabajar con el proceso artesanal para la elaboración de dulces hace alrededor de 27 años, cuando sus padres adquirieron el establecimiento que traspasó la familia Ortega, sin embargo, desde hace ocho años asumió el mando del negocio familiar y actualmente busca involucrar a las nuevas generaciones para que la tradición y el negocio continúen.

Temporadas 

En estas fechas, la dulcería El Centavo, se viste de colores navideños, los bastones de distintos sabores, entre los que destacan los de menta con cereza, cuelgan en los tubos que están sujetos en el techo, de igual forma se aprecia un nacimiento hecho completamente de caramelos, y otros que evocan nostalgias de las piñatas que se rompían hace algunas décadas.

Sin embargo, en esta dulcería es común ver algunos productos de temporada, por ejemplo; a mediados de octubre, comienzan a fabricar calaveras de chocolate y de azúcar; así, en época navideña, se venden los bastones y otros alusivos a las fiestas decembrinas; también hay regalos para el Día de la Madre y el Día del Padre, entre más de 250 productos que se elaboran ahí.

Pedidos especiales 

Ser un artista del caramelo, le ha generado algunos retos de clientes muy exigentes, “una vez realizamos un diseño para pedir matrimonio, hemos hecho caramelos con forma de pastel, de reloj monumental, casco minero, y otros, pero no sólo trabajamos con la forma, hay caramelos que nos piden con sabores especiales”, dijo Guillermo Rafael, quién explicó que entre los sabores “especiales” recuerda mucho un caramelo macizo con sabor a jamón serrano que hizo para que el comprador los regalara a sus clientes, y de esta forma ha surgido la posibilidad de complacer los pedidos especiales que quiera hacer y pagar la gente. 

El Centavo 

A pesar de que el inmueble y la dulcería han sido testigos del paso del tiempo y se han mantenido abiertos para deleite de la población (en su mayoría adulta), el nombre del lugar está vigente pero su historia se ha perdido en el algodón de azúcar que resulta la memoria, “nadie se preocupó por saber el origen del nombre: sin embargo, se le relaciona con las monedas de centavo, que al ser pequeñas, fueron relacionadas con el tamaño del local, y se le quedó el nombre, aunque mucha gente lo conoce como ‘El centavito’”.

El dueño

Guillermo Rafael Hernández Borbolla, fue emprendedor desde pequeño, en su vida ha cobrado sólo dos quincenas, y ha visto en la elaboración artesanal de dulces, una forma de vida, ha convertido este arte en su pasión y así fue como pasó de ser fabricante de gel y crema para la cara a diseñar, mezclar y formar caramelos de distintos tipos, sabores, olores y texturas. 

En su local, además de fabricar caramelos, atiende de manera personal a sus clientes: “a veces sí es la nostalgia de consumir dulces que comían cuando eran niños,  estos caramelos que nos daban los abuelos, nuestros clientes son en mayoría adultos, que acuden porque saben que encontrarán los sabores que les hacen recordar viejos tiempos. Mi sueño es ver que la dulcería crezca, que se mantenga con este concepto de los dulces artesanales”, concluyó Hernández Borbolla.