Miradas de la pandemia 

Miradas de la pandemia 

El Faro 

No cabe duda de que lo relacionado con la pandemia ha dejado huella en todo el mundo. Sea de manera directa, por haber pasado la enfermedad; sea de forma indirecta, haber vivido acompañando a otros en la enfermedad; o sea por sus consecuencias, en todos los órdenes: económicos, laborales, familiares…; todos hemos estado cercados por la pandemia.

En torno a lo que ha estado sucediendo, han surgido diferentes voces que han intentado interpretarlo. Algunas de ellas aficionadas a la historia han advertido de que algo parecido ya sucedió en la antigüedad (pestes, máscaras, aislamiento, encierro…). Otros, un poco más kantianos, vaticinaban lo que debía hacerse como fruto del aprendizaje de lo vivido. Otros, más apegados al presente, se centraban en el conteo de víctimas, en las políticas que se estaban tomando, en la oportunidad de las medidas que se iban imponiendo, etc.

En todos estos enfoques, mayormente, se creía que la humanidad iba a aprender de lo sucedido. Se creía, que se iba a transformar nuestra manera de vivir para no tener que volver a pasar por lo mismo. Se creía, que una vez que se debilitara la fuerza del virus marcaríamos un norte adecuado para mejorar en todas las dimensiones vitales.

La gravedad de la crisis económica alertó de que no iba a ser todo tan fácil. Había una dimensión estructural que se estaba resistiendo a cambiar. Las consecuencias de salud y de economía tardarían en pasar. 

Por si fuera poco, un país decidió invadir a otro en Europa. Nada lo justificaba, pero dando por terminada la pandemia, Putin centró su atención en generar más muerte, más incertidumbre, más dolor, más hambre, más carestía. El mundo también lo sufrió.

Por si fuera poco, a Pelosi se le ocurre visitar Taiwán en días pasados. El imperio puede hacer lo que quiera, cuando quiera. El país más productor del planeta no se siente respetado y despliega maniobras bélicas en torno a la isla. Más gasto, más incertidumbre, más inseguridad, más violencia, más peligro de muerte.

Quizá, dentro de las miradas que han analizado la pandemia, haya que incluir la que se mira al espejo y ve en el reflejo una humanidad que tiene un escondido deseo de autodestrucción, de autogenerarse sufrimiento, de autoaumentarse las dificultades vitales.

Parece increíble que a lo que nos viene dado por la enfermedad, seamos capaces de añadirle peores condiciones de vida. Parece increíble que, aunque estemos mal, seamos capaces de ponernos peor. ¿No somos inteligentes?, ¿no somos sensibles?, ¿somos esencialmente egoístas o solamente inoportunos? Quizá entre tantas miradas que hemos lanzado al fenómeno del covid, falte el mirarnos al espejo para reconocernos y esperar la novedad desde la capacidad que tenemos de empeorar las cosas.