Miradas

PEDAZOS DE VIDA

Viaje
Mírate, estás solo en tu habitación, levanta la cabeza y mira las estrellas que se precipitan hacia tu cama, te queman la piel al estrellarse contra tu cuerpo, se han convertido en alacranes. Corre ¡Grita! Nadie te escuchará. Subes escaleras y entras en un jardín; ves flores muy extrañas, percibes un aroma agradable que se va convirtiendo en  hedor, putrefacto.
 
Intentas huir pero un reptil serpentea y te envuelve con su piel de hermosos colores, sientes como te va asfixiando; logras escapar, golpeas, corres, das patadas al aire y gritas. Alcanzas a ver una mariposa enorme que se dirige hacia tu cara. Te cubres con las manos, se ha transformado en polvo que cae lentamente como en un reloj de arena, y en ese momento aparece aquel hombre, robusto y sin rostro que te ha perseguido estos últimos días, viste de negro ¡Es un gigante! Y camina muy lento.
 
Aquél ente, sabe que te alcanzará. Entonces,  emprendes la huida, te metes a ese cuadro de Dalí, ahora eres un elefante que refleja un cisne, el agua desaparece, caes en un abismo, te levantas y corres, estás mojado, te acercas a ella, la miras, la besas y desaparece, es de noche y no percibes nada, un haz de luz entra inesperadamente, atraviesa el cristal y todo se llena de color…  
 
Escultor
Esculpiré una obra. Eres modelo y musa. Ni  mármol ni  bronce. Una simple mujer que no encuentro y jamás terminaré, aquella que sueño y espero. Entonces, continuaremos el camino, innovando, creando, para no sucumbir ante notable marejada de sentimientos y recuerdos. Para no caer en el círculo de la monotonía, que tanto agobia a los mortales, para no perecer en el firmamento, sin todo, con nada. Ahora duerme, descansa.
 
Fumador
Aquel hombre sentado en un gran sofá se llevó otra vez el cigarro a la boca e inhaló el humo que tanto disfrutaba. Mientras dejaba escapar lentamente el humo, puso el cigarro en el cenicero y cerró los ojos.
 
“¡Fúmale, no seas cobarde! Un chico que fuma es un hombre. ¡Ándale! No seas marica, ¡éntrale! no seas collón” entonces, inhaló y sus pulmones conocieron el tabaco de una forma directa, era el mismo tabaco que su padre fumaba allá, en su casa.
 
Así como una cajetilla de cigarros, se le había pasado su juventud. En el cenicero se consumía cual varita de incienso el cigarro de don Luis, el humo escapaba de una prisión abierta por el fuego, que implacablemente quemaba el tabaco…
    

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