• La guerrilla, que controla casi la mitad de Afganistán, tiene apoyo popular por la corrupción oficial
En claro contraste, el presidente afgano, Ashraf Ghani, celebró la decisión de su homólogo norteamericano, Donald Trump, que supone un espaldarazo a su cuestionada gestión
“Mientras siga habiendo un solo soldado americano en nuestro país, continuaremos nuestra yihad”, advirtió ayer un portavoz talibán en respuesta al anuncio de que EU va a reforzar su presencia militar en Afganistán.
No es ninguna sorpresa. Frente a la fragilidad del Gobierno, la guerrilla, que la intervención estadounidense en represalia por el 11-S echó del poder en Kabul en 2001, está bien establecida en amplias zonas del este y del sur del país. De hecho, numerosos observadores coinciden en que, debido a la corrupción generalizada, los insurgentes tienen a menudo mayor apoyo que las autoridades estatales.
Esa realidad, que se superpone a la división étnica del país, hace improbable que un refuerzo de la presencia militar occidental, incluso si va acompañada de una sustanciosa ayuda económica internacional, resulte insuficiente para cambiar la situación sobre el terreno.
“En vez de proseguir la guerra en Afganistán, los americanos debieran plantearse retirar a sus soldados”, declaró el portavoz de la milicia insurgente, Zabihullah Mujahid, en un comunicado difundido horas después de la comparecencia televisada de Trump y del que se han hecho eco las agencias de noticias.
El analista norteamericano Brian Downing está de acuerdo. “Una mayor implicación [militar] de EU no va a facilitar ningún incentivo para la reforma [del Gobierno afgano]. Sólo su salida puede hacerlo”, estima.