México, interviniendo en guerras ajenas para agradar a Trump

Ha sido grotesco ver como México se ha alineado a una política intervencionista que nada tiene que ver con la “Doctrina Estrada”

La unidad de América Latina se debilita en la búsqueda de agradar al Departamento de Estado y al presidente Donald Trump. No se puede concluir otra cosa de la reciente alineación de países como México, Argentina, Brasil y Colombia, detrás de Canadá y de los Estados Unidos, exigiendo al gobierno de Venezuela que convoque a elecciones anticipadas y libere a los presos políticos, bajo la amenaza de suspenderla de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Ha sido grotesco ver como México se ha alineado a una política intervencionista que nada tiene que ver con la “Doctrina Estrada” ni con los principios que le dieron prestigio a la política exterior de México durante años, como el enunciado por Benito Juárez de “entre los hombres como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz…” o el principio sagrado de la no intervención en los asuntos internos de otros países.

El Secretario General de la OEA, Luis Almagro, parece empeñado en revivir al cadáver de la OEA, en desenterrar una organización que después de surgida la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en el 2010, la cual agrupa a todos los países del hemisferio occidental, salvo a los Estados Unidos y Canadá, parecía estar destinada a sus disolución.

A la vez, vale la pena preguntarse si no sería este el mejor momento para poner punto final a ese organismo de triste memoria para Latinoamérica, de que los países que aún tienen dignidad no esperen más ofensas y dejen ese organismo. ¿Qué ha sucedido con Cuba durante todos estos años en que no ha formado parte de la OEA?, absolutamente nada. Entonces no sería mejor que Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, por ejemplo, abandonen ese organismos y esperen a que otros países lo hagan en el futuro.

Almagro ha dicho que está “plenamente de acuerdo, como señalara en mis dos informes, que la suspensión” de Venezuela “es una medida para tomar al final del proceso y veo positivamente que el referido grupo de países deja abierta esa posibilidad”, refiriéndose a los 14 países que han respaldado su propuesta, entre ellos México.

Me pregunto ¿Cuál habría sido la respuesta de la clase política mexicana si, hubieran dicho la OEA que no reconocía al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto porque sólo contaba con el 38% del total de los votos emitidos en las elecciones de 2012? ¿Cuál habría sido la reacción del gobierno actual, si la OEA hubiera pedido convocar a elecciones anticipadas a México, esgrimiendo la infiltración del crimen organizado en las instituciones del Estado?

Definitivamente, la OEA no intervino durante la guerra de las Malvinas, ni se echó de la OEA a Chile por los crímenes de Pinochet; tampoco se pronunció por la intervención de  los Estados Unidos en Guatemala y el derrocamiento del gobierno de Jacobo Árbenzen 1954, no lo hizo en la intervención estadounidense en Granada y derrocamiento del presidente Maurice Bishop en 1983, tampoco en la intervención de Panamá en 1989. Sin olvidar los recientes y ruines episodios de Honduras en el 2009, cuando fue derrocado y deportado el presidente Manuel Zelaya, o Paraguay en 2012, cuando se derrocó al presidente Fernando Lugo.

El gobierno de México y su política exterior parecen extraviados, cada vez perdiéndose en causas dudosas, y alejándose de los principios de su política exterior.  Quizá lo último que falte es que el presidente Enrique Peña nieto invite al presidente de Brasil, Michel Temer, bañado en los escándalos de corrupción e instrumento de ésta para proteger a una clase política brasileña que ha hecho de la corrupción su forma de hacer política.

Este lunes pasado, la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, acudió a la OEA para denunciar a su Secretario General, Luis Almagro, por violar las normas del propio organismo que preside al inmiscuirse personalmente en la intervención en los asuntos internos de su país. La Canciller venezolana se dirigió al Consejo de la OEA a nombre del presidente Nicolás Maduro y del pueblo venezolano.

La Canciller dijo que Almagro busca acabar con la revolución bolivariana, para lo cual ha creado una campaña mediática en contra del gobierno venezolano, a fin de crear un ambiente “de que algo grave ocurre en Venezuela” y justificar la intervención, lo cual ha quedado expresado en su reciente informe “Grave situación en Venezuela”.

Es posible que no nos guste la forma en que el presidente Nicolás Maduro dirige su país, su enfrentamiento con la oposición y con Leopoldo López, quien juró públicamente no descansar hasta derrocarlo, con los empresarios que han aislado a Maduro; pero finalmente se trata de un conflicto interno que debería solucionarse a través de la negación, de la cual la oposición no quiere saber nada.

México fue garante de los Acuerdos de Esquipulas, de los Acuerdos de Contadora, todos ellos para pacificar a Centroamérica, para poner fin a la guerra en Nicaragua, en Guatemala y luego en El Salvador, pero todos ellos fueron negociaciones para llegar a la paz entre las partes en conflicto ¿Por qué México ahora, en lugar de propiciar el diálogo y los acuerdos para ello en Venezuela, está interesado en intervenir en los asuntos internos de ese país?, será que nuestro gobierno quiere agradar al presidente Trump, hacer méritos y dar pruebas de lealtad a sus aún socios de América del Norte: Canadá y Estados Unidos.

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