
Pido la palabra
La violencia ya sentó sus reales y se ha levantado como el signo representativo de ésta época, el cine es violento, la televisión es violenta, la música tiene contenido violento, el narcotráfico ya nos enseñó la verdadera cara de la violencia, los políticos que deben coadyuvar a combatir a la violencia se la pasan construyendo cuadros y campañas electorales violentas; sencillamente, el ataque a la violencia es violento; la carga de violencia que nos rodea ha ido en un incesante e inexorable incremento; hoy me despierto, y me siento privilegiado de haberlo hecho y casi en automático me pregunto, ¿cuántos más habrán caído durante esta noche? Las estadísticas se incrementan, el dolor es momentáneo y con el tiempo la indiferencia nos gana.
El índice de delitos cometidos por menores de edad va en un alarmante incremento, tanto en la diversidad como en el número de los mismos, pues algunos delitos que en antaño solamente eran cometidos por adultos, perdieron esa exclusividad y ahora también son cometidos por menores de edad, hechos de tal naturaleza los leemos por doquier, en cualquier Estado, en cualquier estrato social.
La violencia en los jóvenes, y niños inclusive, siempre tiene una motivación, ésta la pueden encontrar en cualquier parte, puede estar presente en la propia casa, en programas de televisión que en apariencia calificamos como cándidos e inocentes, pero que están rodeados de comerciales con esa dosis violenta que paulatinamente va penetrando en la mente de los espectadores.
A estas alturas del partido todos nos hemos vuelto conocedores expertos de la violencia, ya sabemos de lo que es capaz el crimen organizado; quizá sin proponernos hacer apología del delito, cada día leemos lo que de alguna manera va dejando huella en nuestra sociedad y que, a fuerza de ser cotidiano, va logrando que nuestra capacidad de asombro se reduzca al nada digno papel de la indiferencia.
Es obvio que en el rubro del “combate” a la delincuencia existe un notable atraso, no quisiera decir fracaso, pues esto nos daría la falsa impresión de que ya se cubrieron todas las posibilidades y no hay nada más por hacer, y por supuesto que sí lo hay; no solo en el aspecto de la legislación en donde se deben trabajar conceptos que no solamente estén encaminados a salir del apuro derivado del acto delincuencial en turno; legislar “a la carta” solo evidencia improvisación y, a la larga, ineficiencia normativa.
En el mundo de la prevención también hay mucho trabajo por delante, la legislación es solo una parte, otra es la urgente necesidad de limpiar a las corporaciones policíacas, lucha titánica cuando se infiere que la corrupción está infiltrada en todos los niveles de mando, no solo “los de a pie” deben cargar con la culpa, se ha visto que lo que es abajo, ordinariamente les ha escurrido de arriba.
Los actores políticos igualmente tienen responsabilidad en nuestro devastado panorama, los que son afines al gobierno se la pasan lamiendo la mano del que les dio la chamba, pierden objetividad, pierden el piso y pierden su dignidad en aras de endulzar el oído del jefe, y sin proponérselo, ellos se convierten en auténticos traidores de aquel al que pretenden cuidarle la espalda, pues con su adulación, lo único que logran es colocar un vendaje en los ojos de su patrón al que le llegará a través de éstos solo una versión deformada de la realidad.
Los opositores al Gobierno, es la tesis contraria, se la pasan endosándole al Ejecutivo todas y cada una de las acciones delincuenciales habidas y por haber; no pierden la oportunidad para vender su “carismática” imagen, y de paso escupir ponzoña en contra de los que nada o casi nada han hecho para combatir el flagelo violento y, lo único que logran, es crispar los ánimos, echarle más leña al fuego; lo lamentable es que a esta clase de individuos jamás los había escuchado hacer un pronunciamiento en contra de los delincuentes, solo buscan a quien echarle cuando todos tenemos una parte de esa culpa.
El hoy violento lo debemos cambiar por un mañana de unidad, tenemos que ponernos las pilas, pues de otra manera el día de mañana seguiremos lamentándonos de más hechos de violencia y quizá, solo quizá, alguno de nosotros seremos los siguientes en las estadísticas que solo servirán para que otro estúpido romántico las use para su nota editorial.
Mis palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.