Menor inflación, a costa de menos ingresos en los hogares

México conduce su política económica como si fuer un país desarrollado, obviando los más de 55.3 millones de pobres y los más de 33 millones de trabajadores que sobreviven en la informalidad, continúa conduciendo su política económica orientada por los objetivos de inflación del Banco de México. Las crisis de los ochenta y la crisis de 1994 han sido suficientes para mantener a los ciudadanos “a raya”, asustados con el tema de la inflación, olvidando que hoy millones de hombres y mujeres, entre los 15 y 35 años no vivieron esa experiencia y exigen mejores condiciones de vida.

 

 

El INEGI ha dado a conocer los resultados sobre el comportamiento de los precios durante los primeros quince días de octubre, los cuales aumentaron en sólo 0.46%. Con ello, la inflación se contrajo hasta 2.47%, luego que hace un año ésta fuera de 4.32%.

 

Así, estos resultados se han convertido para el gobierno en otro dato de que presumir en el sexenio, olvidando que la falta de oportunidades de trabajo y la reducción de los ingresos de los hogares están provocando la contracción de la demanda agregada en la economía. Más pobres en México no puede traducirse en mayores ingresos en las familias mexicanas, ni en una mayor demanda de bienes.

 

La Encuesta de Ingreso y Gasto de los Hogares del INEGI indica que, en 2014 el 20% de los hogares con menos ingresos recibieron apenas el 4.8% de los ingresos totales del país; mientras que el 10% de los hogares más ricos percibieron el 35.4% del total de los ingresos.

 

Nada extraordinario está sucediendo con los precios; resulta evidente que si se reduce el dinero en manos del publico, la demanda de productos y servicios en el mercado deberá disminuir; los consumidores pospondrán sus compras y pasarán a realizar las que garanticen su subsistencia, provocando que los precios bajen; excepto aquellos de los productos de primera necesidad cuya demanda es prácticamente constante. De aquí que INEGI afirme, que los productos agropecuarios no mostraron variación en sus precios.

 

Pero lo peor está por llegar a los ciudadanos; el INEGI ha señalado que los precios de los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno se han incrementado en 2.35%, debido a que ha concluido el subsidio al programa de tarifas eléctricas de verano en varias ciudades. Valdría la pena preguntarle a la CFE y al gobierno ¿Y los subsidios a las ciudades y regiones altas del país que enfrentarán un invierno, aparentemente, más crudo?.

 

Definitivamente, la ambigüedad del discurso del gobierno es evidente, pues luego de insistir en la reducción de las tarifas eléctricas, gracias a la aprobación de la reforma energética, la cual se verá reflejada en mayores ingresos en los hogares, los cuales no se ven dónde anden, los ciudadanos deberán pagar más por el consumo de electricidad, distorsionado y absurdo, que consumen los hogares. Pues nadie está pagando lo que consume, sino lo que establece la CFE, lo cual obligará a millones de hogares a evitar usar sus calefactores durante este invierno.

 

Que México forme parte de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), está bien, pero que pretenda dirigir la economía y la sociedad bajo los estándares de un club de países ricos, obviando la realidad del país es realmente absurdo.

 

Ahora, cuando el gasto público debería aumentar parar dirigirlo a inversiones en proyectos de infraestructura, para crear más empleos, aumentar los ingresos de los hogares y estimular el consumo interno, frente a una contracción global del comercio exterior y la demanda de exportaciones mexicanas, esto no sucederá, porque no es prioridad del paquete económico 2016.

 

Tampoco se reducirán los impuestos para estimular las inversiones productivas. Menos aún, no se pondrán controles al capital, como lo han hecho en algunos propios países desarrollados y emergentes; para que la reducción de los tipos de interés del Banco de México, cuya tasa de referencia se ha fijado en 3%, se refleje realmente en mayores créditos e inversiones productivas; para evitar que los banqueros e inversionistas internacionales sigan haciendo su fiesta, adquieren dinero barato en el Banco de México y cobran intereses superiores al 55% a los usuarios del crédito.

 

México sigue siendo un botín para los mejores ladrones; para todos aquellos que vinculados con el poder, con industriales y banqueros, con la oligarquía financiera del país, sean capaces de sacar provecho de sus riquezas. Al concluir el sexenio en 2018 no deberemos asombrarnos de que el número de pobres haya pasado de 55.3 millones den 2014 a 60 millones, porque también habrá crecido en la misma proporción el número de nuevos ricos en el país, así como de otros en el mundo, que habrán amasado sus fortunas gracias a México.

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