Mejillas de melocotón

PEDAZOS DE VIDA

Medio año antes comenzaron los preparativos, fueron los seis meses más meditados para Diana María. Entre las compras anticipadas, la lista de invitados y el convencerse de que a 30 años de distancia de haber soltado el llanto en el hospital, merecía tener una fiesta como siempre había querido, una fiesta grande en la que estuvieran presentes los amigos más cercanos, los familiares más queridos, y en general todas aquellas personas que en algún momento de su camino mostraron no solo afecto sino solidaridad.

A 30 años de distancia aquella mujer mira el camino recorrido, observa en su árbol de la vida: lo fuerte que son sus raíces, el gran tronco que logró consolidar con sus acciones, ve la hermosa fronda de su esfuerzo y los frutos de una vida que no ha sido fácil pero que al final de cuentas le ha dado lo necesario para levantarse cuando ha caído, que le ha dado consuelo cuando el dolor y la desesperación resbalaron, convertidas en lágrimas, por sus mejillas de melocotón.

Mientras compra todo lo necesario para el festejo se recuerda en aquella escuela primaria, la forma en que interactuó con sus padres, recuerda las misas de todos los domingos y cuando fue al catecismo, siempre alegre por la vida con sus recuerdos más preciados, y también vienen a la memoria aquellos momentos de tormentas, de nubes grises del coraje y la impotencia de enfrentar la barrera del “tú no puedes porque eres mujer”.

Y se ve en la secundaria con sus ilusiones y canciones que ahora sirven para detonar recuerdos, y seguramente recuerda en algún  momento ese primer beso. Mientras contrata los servicios y hace las cuentas acuden como olas, las remembranzas en el mar que es su vida, y la pequeña Diana, se observa convertida en mujer, se mira peinándose el cabello rojo, se ve pasando del rock a la cumbia y viceversa.

Ahora hace cuentas, quiere que todo esté a la perfección, saber que llegar a los 30 significa un gran paso en la vida plena de cualquier hombre, de cualquier mujer, es voltear y saber que la lucha por defender su vocación profesional dio resultado, que el esfuerzo y la constancia han sido suficientes para alcanzar grandes metas.

De pronto se percata de que abandonar una carrera para seguir la suya, ha sido una lucha que ganó desde hace tiempo, que la rebeldía que tuvo en aquél momento fue la correcta, que seguir al corazón es una de las formas de encontrarse nadando en el mar de la felicidad, y hoy a 30 años de distancia, Diana, se observa, se arregla y tras estar lista, sale para recibir a sus invitados, ha llegado la hora. Entonces todos gritarán felices 30, y los que cuestionen otra cosa seguramente quedarán callados con la frase “cada quién su vida, metiches”.

 

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