Le odian. Hablan mal de él. Falsean los hechos. Le implican en sucias tramas con Rusia. Filtran mentiras y las presentan como grandes revelaciones. Donald Trump es una víctima. Un presidente decidido a sacar adelante el desastre que heredó, pero que se enfrenta a diario a una prensa desagradecida y prejuiciada. A medios “fuera de control” y que sintonizan con la falsedad cuando hablan de él. Así se ve a sí mismo Trump y así lo manifestó el jueves en una explosiva conferencia de prensa en la Casa Blanca.
Su comparecencia, fuera de agenda y primera en solitario como presidente, tenía como fin defender los logros de su mandato. Todo aquello que, a su juicio, ha hecho y que no se ha publicitado lo suficiente. El punto de partida no pudo ser más claro. “Heredé un desastre”, dijo. Sobre este arranque citó sus presuntos éxitos económicos y hasta la buena marcha de sus negociaciones internacionales. Pero pronto su discurso derivó hacia la batalla que mantiene con los medios. Un sector que su jefe de estrategia, Steve Bannon, ha definido como “principal partido de oposición”.
En el corazón de la pugna, casi tan larga como su carrera presidencial, se ha situado en los últimos días el escándalo de las relaciones de Trump y su equipo con Rusia. Donald negó todas las acusaciones lanzadas por los medios. “No tengo nada que ver con Rusia”, llegó a decir. Incluso defendió al defenestrado consejero de seguridad nacional, Michael Flynn, de quien sostuvo que su error no fue su embarazosa conversación con el embajador ruso sino no habérsela contado adecuadamente al vicepresidente, Mike Pence. “Flynn hizo su trabajo”, señaló.