Theresa May se dispone a formar un Gobierno en minoría apoyado en el Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda del Norte. Así se lo comunicó a la reina, en una audiencia que duró 15 minutos, antes de comparecer ante la prensa a las puertas de Downing Street. La primera ministra defendió que el Partido Conservador es el único capaz de guiar al país por las “negociaciones cruciales” del Brexit y defenderlo de la amenaza terrorista.
Fue un discurso breve que podría haber pronunciado igualmente si el resultado de las elecciones del jueves no hubiera sido tan catastrófico para ella. Solo que, entre los eslóganes que ha repetido durante toda la campaña, se ha colado una referencia específica al DUP, el único partido que puede garantizar la formación de un Gobierno de May. El Partido Conservador se ha quedado con 318 escaños, a ocho de la mayoría absoluta. Los diez escaños de los unionistas norirlandeses, con los que los tories se entienden bien, permitirían a los conservadores gobernar.
May lo apostó todo y perdió. No pudo revalidar la mayoría absoluta que su antecesor, David Cameron, le había dejado tras las elecciones de 2015. A 10 días de tener que sentarse a negociar el Brexit en Bruselas, el Partido Conservador no cuenta con la mayoría absoluta que pretendía lograr May para fortalecer su postura ante los socios comunitarios. Reino Unido se asoma a la inestabilidad política con un resultado electoral en el que los laboristas logran su mejor resultado en años.
Con el mapa político resultante de las elecciones del jueves, May tendrá que hacer frente a la humillación de haber fallado su órdago con la convocatoria de elecciones anticipadas. El líder laborista, Jeremy Corbyn, ya ha pedido la dimisión de una primera ministra, que sale muy debilitada de su apuesta electoral.