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Marianita tenía razón

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Marianita tenía razón

LAGUNA DE VOCES

Siempre, al igual que mi hija Mariana, tuve la seguridad de que tú, Adalberto, tenías la solución para los asuntos más complicados de la vida, pero también una visión clara, alejada de cualquier tipo de dogmas en lo de la muerte. Sigo creyendo que así es, que de alguna forma a ti se te concedió el don real de la fe, esa que nunca se pierde pase lo que pase, y que con habernos enseñado de su existencia trajiste mucha serenidad a nuestros corazones.

El próximo 11 de abril cumples dos meses de haberte ido. Estoy seguro que de alguna manera estás con Mamá, Papá, nuestro hermano Toño, y por supuesto tu hijo tan querido.

A mí, como a toda tu familia, me llena de orgullo haber sido tu hermano, haber tenido la oportunidad de poder preguntarte todo lo que siempre me angustiaba respecto a esto de vivir, de pasarla a veces tan mal, para un día cualquiera cerrar los ojos y no saber nada de nada. Te decía que resultaba demasiado el esfuerzo para regresar al principio de la oscuridad.

Te platico que un día Marianita me dijo: “Papá, estoy segura que mi tío Beto sí sabe lo que pasa después de que uno se muere, sí conoce todo lo que llamamos misterio del origen y destino del universo. Sí lo siente papá, esa es la palabra: sí lo siente”.

Lo sentías, no tengo duda, y eso es la fe. Pero es tan complicado invocarla, pedirla, y que un día de repente se aparezca en los ojos que a veces lloran cuando los seres más especiales de nuestra existencia se van.

Es Semana Mayor y por eso te escribo, porque supiste contarnos en tus poemas y textos de narrativa que busco y no he podido encontrar, de aquel maestro único en el universo, pleno de humildad, de esa compasión que con tanta frecuencia olvidamos.

Así que estás en la memoria de todos tus hermanos, de tu esposa y tu hija Aurorita, fuerte y hermosa; de tus hijos, de cada uno de los que te conocieron y supieron algo vital: fuiste un buen hombre, y eso es lo más importante.

Te platico Beto. Casi todos los días voy a correr a la Unidad Deportiva Municipal. Un hombre de pelo cano y su esposa me pararon, me dijo el señor que desde un día antes quería saludarme: “Deseaba decirle que deveras, mi esposa y yo, sentimos mucho la muerte de su hermano. Siempre nos acompañó con su noticiario de la tarde. En la pandemia, siempre. Era muy buena persona don Adalberto, no sabe cuánto lo sentimos”.

Me apacienta el corazón escuchar lo mucho que te estimaban. Otro me dijo: “Se nos fue nuestro don Adalberto”. Lo dijo así, de corazón, como parte de su familia. 

Así que, lo descubro cotidianamente, el asunto esencial de un ser humano es intentar cuando menos ser bueno. Marianita tenía razón.

Leía un texto tuyo escrito en 2020 que espero muy pronto cobre forma de libro, y lo comparto hoy mes de abril con los lectores del periódico, tu periódico:

Cuando, cosas del tiempo,

nuestras luces se apaguen: 

aunque no haya recuerdos

ni sepan nuestros nombres,

el creador de la vida

nos mirará a los ojos,

y amoroso padre

pronunciará tu nombre;

y como en ese tiempo,

dirá con gran cariño:

“Hijo mío, estás en casa.

Ven y no temas nada,

sígueme sin miedo,

ya te estaba esperando”.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta