Mar de fondo

Mar de fondo

LAGUNA DE VOCES

He descubierto que hasta el mar es inconstante, cuando tenía la certeza absoluta de que no lo era; que podía ser presentado como el ejemplo más claro, y sin lugar a duda, de la permanencia en un mundo donde todo tiende a desaparecer apenas cerramos los ojos, o nos alejamos de la llama encendida que supone las eternidades.

Alguien que se asome al rumor de las olas, a los vientos que suponíamos enviados por los dioses habitantes de océanos sin fin, empieza a darse cuenta, pasados los años lógicamente, que no había magia alguna en un acto tan normal y simple, como lo era aferrarse a la simple vida donde se nace, se crece y se muere. Al final de cuentas casi todos son actos de simple supervivencia, ante el miedo creciente de que, en cualquier momento, nos haremos humo, espuma de un mar inconstante que a lo largo de más de seis décadas nos mintió en la antesala de las desesperaciones.

Todos tienen un temor irrefrenable a convertirse en nada, a ser apagados una mañana, una tarde, una noche cualquiera, sin la más mínima explicación. Así como llegamos sin aviso alguno, parece lógico que nos iremos en el día menos esperado, ese en que juramos que todo empezaba de nueva cuenta, animados por quién sabe cuántas cosas, y no cuando retábamos a gritos desde el lugar lógico y simplón de quien busca apurar el destino, que por supuesto no existe.

Las olas son la nostalgia del mar por haber perdido la eternidad, el suspiro constante de lo extraviado, los sollozos que anticipan tiempos fúnebres. No son, contra todo lo que uno prensó la mayor parte de una diminuta existencia, las expresiones de que es posible quedarse para siempre en el recuerdo, en las esperanzas. No era cierto, y por eso el mar se llora a sí mismo en la, aquí si, constante caída hacia las playas para luego irse, luego regresar, y así ya sin sentido alguno.

Algunos se aferran a los recuerdos como única vía para no perderse en el camino, para pensar qué tal vez si pudiera ser posible esconderse de la insoportable fugacidad de la vida; pero el tiempo también se encarga de borrarlos, y por eso aparecen nuevas enfermedades que no respetan nada, absolutamente nada, ni el ancla salvadora de la memoria.

Entonces algunos dirán que no queda nada, que si el amor es recuerdo, también se esfuma; que si el mar es un llanto incontrolable traducido en olas, también. Dirán que por todo lo anotado queda poco para soportar una estancia tan carente de sentido, en un planeta Tierra que se aleja y se aleja de su camino inicial, aunque la verdad es que se trata del  universo entero que se aleja, que desde tiempo inmemorial está perdido en la imaginación del que se imagina imaginado por alguien que duerme.

Sin embargo solo basta oír el rumor de las olas, el sol de la playa mirar, para volver a creer en una historia que seguramente es mentira, pero que nos consuela, nos anima a esperar con más paciencia, el día exacto en que las playas queden desiertas, secas, yermas, páramo insondable de interrogaciones.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.MX

@JavierEPeralta

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