LA GENTE CUENTA
Vanessa yacía inmóvil en su cama, en una especie de sueño profundo y autoinducido; en su rostro se reflejaba una relativa tranquilidad, acentuada con una palidez sepulcral, sus brazos y sus piernas no tenían fuerza, y su pecho parecía no tener alguna muestra de respiración, todo en quietud.
Dos hombres de apariencia seria y uniformes blancos con algunos vivos de colores trataban de traerla de vuelta, con una respuesta inútil, mientras que Héctor y Lucía, hermano y madre, miraban desolados, llorosos, impotentes.
-¿A dónde van a llevar a mi hermanita? –preguntaba angustiado Héctor.
-La van a curar, mi amor. No te preocupes –la respuesta de la madre denotaba más incertidumbre que confianza.
Después de un recorrido a través de un hospital ambulante, madre e hijo llegaron finalmente a su destino, acompañando a Vanessa en todo momento. Por un instante, los médicos que la atendían los hicieron apartarse por un largo tiempo, haciéndolos pasar la noche en una sala, donde solo había sillones de piel.
Esta vez, Héctor se armó de una fortaleza artificial ante la angustia maternal de Lucía.
-Va a volver a casa –dijo él-. Te lo prometo.
Lucía sólo alcanzó a abrazar a su vástago, mientras que las lágrimas de autocompasión rodaban su rostro descompuesto.
Llegó el amanecer. Héctor y su madre se recostaban en sus respectivos hombros en espera de alguna esperanza, o quizás un mensaje desalentador. La noche anterior había hecho estragos en sus ojos y en sus mentes. De pronto, una voz grave les llamó la atención.
-¿Son los familiares de Vanessa Rodríguez?
Un hombre de blancas vestiduras y postura parsimoniosa se acercó a ellos. Respondieron que sí.
-Lamento decir esto, señora –comenzó a hablar lentamente, pero firme-, pero su hija tuvo una sobredosis de heroína.
Lucía simplemente no dio crédito a tal diagnóstico, y se dirigió a los baños llorando, negando su propia realidad.
-¿Se va a recuperar? –Héctor dio la cara por la familia.
-Es un pronóstico reservado –refirió el médico-. Sufrió daños importantes en su organismo. La vamos a tener en observación en toda esta semana.
Y de pronto, Héctor sacó esta confesión:
– Mamá no sabe de esto lo que le voy a decir: Vane no era así, pero de un momento a otro comenzó a cambiar. Una de sus amigas fue la que le indujo. Ella se droga desde hace dos años.