Malvados, pésimos, odiosos…pero ganan elecciones

Conciencia Ciudadana
Los mexicanos llegamos a pensar que ese fenómeno sólo se daba en nuestro país, pero ahora nos enteramos que en otras naciones -a las que incluso siempre hemos considerado más adelantadas que la nuestra en materia política-, sucede lo mismo

Algo sucede en el mundo entero que, mientras la gente se levanta airada contra de los gobernantes corruptos, a la hora de las elecciones triunfan los candidatos más avarientos y depredadores.
Los mexicanos llegamos a pensar que ese fenómeno sólo se daba en nuestro país, pero ahora nos enteramos que en otras naciones -a las que incluso siempre hemos considerado más adelantadas que la nuestra en materia política-, sucede lo mismo y que los personajes a los que no daríamos la menor posibilidad de llegar a gobernar, terminan imponiéndose en las urnas. 
Ya no estoy seguro si nosotros estábamos más atrasados que ellos porque desde hace mucho teníamos claro que en México las elecciones se resuelven mediante fraudes constantes o, si de plano, nuestra intuición política es mayor que la de los habitantes de otros países quienes, en términos generales, creyeron hasta hace muy poco en la limpieza de sus elecciones.
 Así, en lugar de que México avance hacia la confianza electoral de aquellos países, éstos se acercan día a día al nuestro en desconfianza ciudadana respecto a la limpieza de sus elecciones.
Por otro lado, resulta desconcertante que los candidatos triunfadores, lejos de gozar de la confianza popular al inicio de su mandato – periodo al que antaño se le identificaba como la “luna de miel” entre gobernantes y gobernados-, de inmediato comienzan a dictar medidas antipopulares provocando una repulsa ciudadana totalmente contraria al apoyo otorgado en las urnas.
Cómo que está sospechoso el asunto ¿no cree usted? 
 Habrá que preguntarse entonces si esos resultados electorales a nivel mundial son meramente circunstanciales o responde a una nueva forma de hacer política que aún no alcanzamos a explicarnos completamente, pero que estamos obligados a entender antes de que termine por aniquilarnos.
¿Qué está pasando pues en la política actual, que están llegando al poder tantos empresarios sin escrúpulos? Algunos sesudos pensadores políticos (Desde Maquiavelo hasta Michael Focault, pasando por el chino SunTzu) han hecho notar la relación que tiene la política con la guerra. No abundaré en sus teorías, pero insistiré que no andaban tan equivocados al afirmar que la política es la prolongación de la guerra; pero sin temor a equivocarnos, puede afirmarse que, en nuestra época, la política y la guerra son una prolongación de los negocios y los negocios una prolongación de la guerra y la política. Para el poder empresarial, el mercado global es un campo de batalla donde sólo los más fuertes son capaces de hacer añicos a la competencia sin importar los medios para conseguirlo; se trata de una guerra distinta, pero de ninguna manera exenta de violencia y destrucción cuando hace falta a sus combatientes. 
Pongamos el ejemplo de algunos gobernantes antipopulares que han llegado al poder mediante elecciones supuestamente democráticas. El primero es Mauricio Macri de Argentina, el segundo Donald Trump de EU: ambos son empresarios audaces, despiadados y exitosos. Este es un dato importante, no casual. El poder alcanzado por los grandes empresarios del mundo ha vuelto desechables a los políticos tradicionales a quienes si todavía soportan es por su capacidad de control social, sobre todo a los más pobres. Pero por sus malos resultados, los políticos están siendo desplazados con mayor frecuencia del poder público por hombres del dinero convertidos de la noche a la mañana en gobernantes.
A falta de enemigos de clase, son los pocos políticos que defienden la propiedad pública de los recursos estratégicos, el derecho de los trabajadores a salarios dignos y el de la sociedad entera a contar con los servicios de salud y educación gratuitos para toda la población, a los que ellos llaman “populistas”. 
¿Por qué se oponen a éstas demandas? No sólo porque son un rico filón para sus negocios; sino porque son recursos estratégicos capaces de influir en la formación de “valores” empresariales en las nuevas generaciones (individualismo, competencia, consumismo, sumisión, etcétera). 
Macri y Trump, con tan sólo unos cuantos días en el poder, han agudizado la privatización del sector público de sus países para sorpresa de muchos de sus votantes, quienes ingenuamente prefirieron a un empresario como presidente a cualquier político del pasado. Y ahora están comprendiendo su error, aunque ya es muy tarde para remediarlo.
Igual pasa en México, donde la mayoría silenciosa que no lee, no se informa ni se interesa en la política es el filón de votos al que los políticos-empresarios dirigen sus estrategias electorales, pues en ellos está la clave de su triunfo y permanencia en el poder. Es decir que, paradójicamente los empresarios-políticos tienen su mayor fuerza electoral en los sectores más pobres del país, a los que pueden manipular y comprar más fácilmente su voto.
 ¿Estarán los socios de estos empresarios gobernantes preparando en lo oscurito a quien   tome el poder en México antes de que la clase política termine por echar abajo al país que ellos ven como un negocio más y no como el hogar común de todos los mexicanos? ¿Quién será el posible Trump, Macri o Berlusconi que los verdaderos dueños de México oculten como as bajo la manga como el próximo presidente del país?  Ya puestos en ese camino, a la mejor se animan de una vez por todas a gobernar sin testaferros de por medio.  
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS YA A TODOS.

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