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¡Maldito calor!

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LA GENTE CUENTA

Ya pasan de las doce del día. El sol está en su punto máximo, la gente pasa una y otra vez por todos los puntos, y un calor abrasante azota la ciudad. Y ahí estás, de pie, con el sol a plomo, sin un lugar donde guarecerte del calor infernal que amenaza con derretir todo lo que está a la vista y que parece aumentar más.
    El tráfico invade todas las calles, y en medida de que avanzan los minutos los autos forman filas de tamaños desproporcionados, y es ese mismo instante en que todos empiezan a entonar una sinfonía desafinada, algunos más agudos que otros, pero el ruido hace que tu cabeza quiera estallar. El calor y el ruido forman una especie de cóctel explosivo dentro de ti.
    De momento las cosas parecen acelerarse, como si se adelantara el tiempo. La gente ya no camina, sino que corre, los autos quieren pasar al mismo tiempo, pero las calles angostas lo impiden. Lo único que permanece inmóvil, inclemente, indiferente, es el sol que calienta las cabezas de las personas. El viento, ni se diga. Parece que el mismo estío lo evaporó.
    Las fuentes de aguas claras han pasado a ser traslúcidas, se ven muchas hojas y partículas suspendidas en el líquido. Se te antoja sumergirte dentro para acabar con la incertidumbre y vencer de una vez por todas al estiaje, pero es inútil. La falta de árboles empeora la situación, y poco a poco sientes que vas perdiendo tus fuerzas.
Desesperadamente buscas alguna sombra, un sitio donde puedas protegerte de los embates solares y que no te dejan caminar por mucho, pero es inútil. Entre más retas al poder del sol, más arrecia, y te castiga con un poder inimaginable. De pronto gotas transparentes surgen de la parte superior de tu cuerpo: el sol empieza a preparar la estocada final.
    Corres y el aliento se acaba en un instante, tus pies dejan de obedecerte y te dejan a tu suerte. El suelo atrae tu frágil cuerpo mientras comienzas a desvanecerte. Poco a poco tus facciones comienzan a borrarse. Te vuelves una masa amorfa que poco a poco acaba en una de las alcantarillas. Te vuelves líquido, y al final, nada.