Malbaratar el poder por perseguirlo

Malbaratar el poder por perseguirlo

RETRATOS HABLADOS

En el razonamiento de un hombre de poder con tendencias a ser dictador, el tiempo para instaurar toda una época fundamentada en sus ideas, nunca alcanza, y el esfuerzo dedicado a esa acción, que por supuesto, derivará en décadas y décadas de beneficios para la mayoría, quedará truncado cuando termine su mandato. Por eso la tentación de buscar los mecanismos para que no haya ningún lapso de tiempo en que pierda el mando, y ante la imposibilidad de ser nombrado mandatario vitalicio por la existencia de leyes impertinentes, impulsará con todo lo que tenga en la mano, a quien más asegure que se mantenga la “era dorada de prosperidad y libertades”.

Lo anterior resultaría positivo, si en ese proceso pudieran observarse de manera constante y sonante, los logros alcanzados, la justicia social que gozan los ciudadanos, las mieles de la seguridad y prosperidad.

Sin embargo y con bastante seguridad, sucede que ese tiempo malévolo que todo lastima y perjudica, se les echa encima, apenas cuando los proyectos empiezan a cuajar, a cimentarse, a hacerse realidad, pues, y lo que decide apurar por sobre todas las cosas, es la instrumentación de las acciones necesarias para que la “era dorada” no termine en manos indeseadas, de una oposición que buscará a toda costa echarlas por tierra, hundirlas en el océano del olvido.

De tal modo que descubren, tal vez con un tanto de sorpresa, que todo lo que hacía el antiguo régimen, después de todo no era tan descabellado, porque había logrado eternizarse en el poder a costa de la dilapidación de recursos económicos, compra muy cara de voluntades, y la destrucción de organismos, que, si bien daban sostén a la democracia, terminaban por convertirse en la principal amenaza del que habían llevado al cargo de elección popular más importante del país.

Así las cosas, nos hemos enfrentado, nos enfrentamos y nos enfrentaremos a campañas políticas eternas que aseguren la permanencia de los que, en todo momento, asegurarán que cuentan con la fórmula para que la prosperidad y abundancia se queden en el país que gobiernan.

A algunos, pasadas más de cinco décadas, les resultará fácil mantener en marcha esa gigantesca maquinaria del poder, hasta llegar al enervamiento del mismo y derivar en una corrupción brutal, que resulta ser simplemente un síntoma inequívoco de que todo lo que empieza termina. A esa época sucederá otra, con logros sin duda, pero que desembocará en la misma historia, porque las cosas son así, y nada es eterno.

Pero lo preocupante es que, pese a todas las buenas intenciones que puedan existir, la realidad marca que buena parte de los esfuerzos e inversiones que se hagan, deben estar destinados a no dejar que nadie más se apodere del poder, con tantos esfuerzos y sacrificios conseguido. Porque, además, es algo que todos han hecho y harán.

El poder no se logra para después dejarlo sin ningún sentimiento de pérdida. De ninguna manera. Se logra, se alcanza, para que las ideas que se instauren en todos los niveles, tengan sobrevivencia, sino eterna, si por lo menos amplia, capaz de justificar lo realizado para lograr su permanencia.

Así que, seamos serios, el juego de las “corcholatas”, es el de siempre, el de los “tapados”, antes así nombrados. Es el mismo que todos los hombres de poder buscan aplicar para no perderse en los laberintos de la memoria, de por sí tan endeble de la ciudadanía, si usted quiere llamarle pueblo, que endiosa fácil, pero también olvida con tremenda facilidad.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

Tw@JavierEPeralta 

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