RETRATOS HABLADOS
• Dedicamos la mayor parte del tiempo que tenemos asignado a las tareas mas absurdas
Un hecho fundamental y significativo en la intención constante por entender la vida, es que todo continúa su camino, no se diga el asunto político al que dedicamos tanto tiempo, las tragedias en el mundo hoy invadido por un virus que amenaza con dar el manotazo final. Todo, absolutamente todo, transita por la vereda que conduce a la certeza de que por naturaleza somos efímeros, presa eterna del olvido; y en esa creencia celebramos que finalmente así sea, porque de pronto aprendemos que así debe ser y que solo seremos recuerdo en el espacio más íntimo, ese que cubrimos y protegemos porque la nostalgia es solo propia de un grupo que de tan cerrado puede contarse con los dedos de las manos, o de una mano.
Perseguimos en vano intento hacer creer en los espacios de información hoy tan en boga, que la trascendencia nos hará inmortales, ante el espanto palpable de que hemos llegado al tiempo en que los meses duran semanas, los años meses y los días segundos. Se desata una lucha sin sentido por dejar marca solo parecida a la idea de que se puede escribir algo trascendente en las arenas que barre el mar ante la ingenuidad del niño, del hombre que busca con ansias conservar la esperanza.
Y la dichosa trascendencia no son glorias fatuas ni riquezas que por necesidad no pueden ir en un camión de mudanzas cuando el ser humano muere, tampoco el gran conocimiento para adivinar los derroteros del ejercicio del poder, tan sin sentido cuando la luz se apaga. Resulta que nunca ha sido así, como tampoco el héroe de cualquiera guerra pudo asegurarse posibilidad alguna de nostalgia, esa que implica amor.
Dedicamos la mayor parte del tiempo que tenemos asignado a las tareas mas absurdas que así observaríamos si a los 18, a los 20, miráramos con los ojos que ahora tenemos. Pero siempre ha sido así, nadie brinca de la juventud a la vejez y por supuesto nadie lo quiere hacer, y por el contrario se hace todo lo necesario para caminar en sentido contrario a las manecillas del reloj.
Pocas personas que conozco aceptan que nos construimos a partir de círculos estrechos de cariño, de amor, donde tenemos la obligación de construir los esquemas definitivos de la felicidad. Eso es, si hay algo que por necesidad define la existencia es el esfuerzo que se hace porque la vida, no solo la nuestra sino de las personas que amamos y nos aman, sea más plena, capaz de nunca cejar en su intento de ser feliz.
Sí, es cierto, en esto de la felicidad hoy abundan los motivadores profesionales, ahora hasta “coaches” se llaman en esa necesidad absurda de ponerle nombre gringo a todo, como las revisas de los que hacen sus fiestas y se anuncian y siempre titulan “beautiful beautiful” y otras tonteras por el estilo.
Espero no haber caído en ese rubro de los que de pronto les agarra el ansia de la felicidad y ya hasta consejos dan. Estoy seguro que en ese reducidísimo grupo de personas que todo ser humano tiene la dicha de caminar por la existencia, no soy ningún buen ejemplo, pero es siempre tiempo de retomar la fe, la esperanza absoluta, la gran ilusión de que el gran teatro de la vida después de todo vale la pena.
En esta historia mínima, porque finalmente eso es, sabré a tiempo que tuve capítulos que construí con ánimo, con un gusto enorme, con el amor que todo salva y reconforta cuando así es necesario. Es el camino que desde siempre se conoce, en el que luces que el mismo Dios manda, nos muestran por dónde ir, por dónde asirnos cuando caemos, por dónde reencontrarnos.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta