Los viejos caminan lento

Los viejos caminan lento

DE CUERPO ENTERO

(*El pasado 28 de abril, nuestro colaborador y hermano, cumplió dos años de muerto. Gustaba de la escritura y era un investigador certero en cuestiones médicas. A manera de recuerdo reproducimos esta columna publicada el 06 de abril de 2020)

Ni en un sueño atroz de media noche, el mundo hubiera plasmado imágenes tan macabras como ahora, con escenas que parten los afectos más duros. En Ecuador, con el llanto abierto al infinito, la gente pide que vayan por sus cadáveres, que ellos ya también están enfermos; y otros, al no poder despertar de esta pesadilla, prefieren incinerarlos justo frente a sus casas. Los momentos en el mundo rebasan los caminos ardientes de La Divina Comedia de Dante, porque ahora los sentimos ya como truenos de lluvia inminente, a la vuelta de la esquina.

El 27 de marzo, cuando la noche iniciaba, el Papa Francisco cruzó la plaza de San Pedro: solo, con su caminar lento y doloroso, teniendo como compañía únicamente a la lluvia que, necia, se acentuaba. Quería decir al mundo que cada muerte le dolía, y con la custodia en sus manos dio la bendición urbi et orbi, queriendo envolver al mundo, que parece se desmorona en pedazos por un virus que se ensaña con rudeza.

El coronavirus (COVID-19), como un asesino con guadaña muy filosa, se expande sin reparos por todo el mundo, y ahora con aires de maldito ha dicho mil veces que prefiere a los viejos, a los ancianos cuyo único pecado ha sido el vivir más años.

Italia, país con más de 60 millones de habitantes y donde el 22.6% son personas de más de 65 años, es donde la muerte campea con donaire: casi 700 muertos cada 24 horas; España y ahora Estados Unidos caminan por el mismo sendero.

MÉXICO

De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID 2018), nuestro país cuenta con más de 120 millones de habitantes, y de ellos 15.4 millones tienen más de 60 años, que corresponde a un poco más del 12%; el 41.4% son económicamente activos, pero cuatro de cada 10 viven solos, y el 69.4% tienen alguna discapacidad.

En México la capacidad hospitalaria se presenta más en una imaginaria que en una realidad absoluta, y más nos valdría como dice el viejo dicho: “Que nos agarre confesados”. 

Aún dentro de este panorama desalentador en nuestra patria, el virus, como si fueran rounds de sombra, sigue buscando dónde picar con fuerza.

QUÉ SIGNIFCA LLEGAR A VIEJO EN MÉXICO

Como anotamos arriba, el 60% ya no son económicamente activos y desgraciadamente muy pocos pensionados, luego entonces lo primero que aparece cuando se rebasan los 60 años de edad, es arribar al terreno muy vasto de la pobreza; surge la posibilidad de la ayuda gubernamental, y desde luego la tarea indigna, de cada mes formarse en filas inmensas para obtener el beneficio; se trata pues de que la gente vea lo que el gobierno “generoso” hace por los viejos. 

Es inevitable que los achaques se acentúen más, y que se requieran de más medicamentos para lograr atenuarlos para que aparezcan otros; cuesta más caminar rápido, cuesta más entender todo. El 40% de los y las personas mayores viven solos, y deben aprender a vivir con la soledad que suele convertirse en buena compañera.

En épocas remotas se tenía la ingenua ilusión de que los que habían tenido más hijos, recibirían más prebendas y atenciones, porque rezaba la frase socarrona de: “¡Yo que te di la vida”, y ahora caemos en la cuenta de que los hijos nunca pidieron venir y tampoco firmaron un pagaré. Hoy día los jóvenes se debaten con un mundo sustentado en lo inmediato, en la demanda absoluta no solo de su tiempo, sino del consumo pronto. No es justo que el viejo pida o espere como única tabla de salvación la ayuda absoluta de los hijos; se tuvieron por amor, y ellos deben trazar diariamente sus vidas; no son ingratos, están con dificultad viendo por los que tienen enfrente, sus familias. 

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