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Los vacíos que deja Trump los llena Putin

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No es que Washington carezca de intereses estratégicos. Lo que pasa es que la Casa Blanca está comandada por una persona que hoy mira mucho más hacia adentro que hacia afuera

“¿Qué es lo que les falló?”. Así inició la conversación que tuve oportunidad de sostener hace unas semanas con el ministro exterior del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí. Nos tocó sentarnos juntos en una sala de espera y no quise desaprovechar el momento para escuchar su opinión acerca del fracaso del referéndum por la independencia kurda. “Washington es lo que nos falló. Nunca creímos que iban a permitir que nos atacaran y que Irán se posicionara en una zona ocupada por nosotros”. En unos minutos me describió el vacío que todos los actores de su región perciben a raíz de la presidencia de Trump. En el fondo, no es que Washington carezca de intereses estratégicos. Lo que pasa es que la Casa Blanca está comandada por una persona que hoy mira mucho más hacia adentro que hacia afuera.
Recordemos el debate vicepresidencial en 2016. Tim Kaine cuestionaba a Mike Pence, el actual vicepresidente, acerca de las declaraciones de Trump sobre Siria. En la visión de Trump, Washington no tenía nada que estar haciendo en ese lejano país para derrocar a un presidente autoritario. En ese tema, reconocía Pence, él mantenía una importante diferencia con su futuro jefe. De hecho, en asuntos como Siria, Trump sostiene firmes desacuerdos con casi todo el establishment de seguridad e inteligencia. Pero quien manda es él.
De modo que, si el presidente decide reconocer a Jerusalén como capital de Israel, él no está pensando en cómo “detonar un conflicto internacional” para “satisfacer sus intereses económicos” o activar un caos con el fin de luego “llegar a intervenir”. Trump no quiere intervenir. No porque sea “mejor” o “peor” que otros presidentes, sino porque desde su óptica, Washington no saca nada de esas intervenciones y en cambio, tiene que pagar costos altísimos. Al pensar en Jerusalén, Trump está mirando mucho menos hacia Palestina, Israel, o Medio Oriente, y mucho más hacia adentro de su propia esfera, hacia los círculos evangélicos o hacia un sector específico de la comunidad judía en EU que le apoyan. Trump busca exhibirse como un presidente que, a diferencia de sus antecesores, sí cumple con sus promesas de campaña.
Lo que pasa es que mientras Trump se concentra en cuestiones internas, otros actores con aspiraciones globales, deciden ocupar los vacíos que sus decisiones dejan. Esta semana, por ejemplo, Putin exhibió la influencia que Moscú se ha ganado en los últimos años. Todo, entre el lunes y el martes. Primero, Putin aterrizó en Siria para recordar que Rusia había combatido al lado del presidente de ese país, le había rescatado y había enterrado el “los días de Assad están contados” de Obama; y, por tanto, es Moscú, no Washington, quien determinará cómo termina ese conflicto. De ahí, Putin se fue a Egipto y luego a Turquía. Ambos, aliados militares de EU, pero ambos, distanciados de EU. Al día siguiente, Lavrov estuvo con el ministro exterior libio y declaró que Moscú está “lista” para ayudar a resolver la crisis de ese país. Es obvio, Putin no sólo ha logrado establecer canales de diálogo con cada uno de los aliados de Washington en la zona —como Arabia Saudita, Qatar, Egipto, Turquía o incluso Israel—, sino que también tiene una elevada capacidad de influir sobre los rivales de estos países, como Irán.
Así que, si se busca analizar las decisiones de Washington, lo primero es tratar de entender en qué es en lo que está pensando y cómo piensa Trump, hay que desmenuzar sus prioridades. Y ya luego, hay que observar cada una de las repercusiones de esas decisiones. La mayor parte está a la vista. Otras se empiezan a asomar.
Twitter: @maurimm