Los tiempos cambian. Las lealtades terminan

TEMPORAL

Los tiempos cambian. Las lealtades terminan. Sólo los intereses prevalecen. Si bien ahora son otros quienes deciden los destinos políticos de la entidad, su fin último es conservar sus cuotas y cotos de poder. Si quieren saber quien habrá de ocupar la oficina central del cuarto piso, sólo tienen que ver hacia “el (la) rival más débil”. Entre menos fuertes sean sus actuales apoyos, más concesiones hará una vez en el ejercicio del poder. Eso dicen las encuestas.

 

En la cúspide de la catarsis de la trama, ahora cuasisexenal, próximo el desenlace y más allá de los juegos adivinatorios sobre la persona que finalmente será ungida como candidato(a) del PRI y sus partidos aliados; una cuestión de fondo apunta, en mi opinión, hacia el perfil requerido para dirigir los destinos de la entidad en los próximos años. Esto en un escenario que se arranque no se percibe halagüeño, si consideramos el peso de la realidad económica y social que se observa a lo largo y ancho del territorio hidalguense. Así como los efectos a corto y mediano plazo de la coyuntura global que, se nos advierte, puede ser catastrófica.

            A lo largo de las últimas semanas, aquí, allá y más allá, se han mencionado nombres y más nombres. Más de una voz se ha dejado oír, y es evidente su proselitismo abierto. Incluso se ha especulado sobre un caballo negro –yegua quizá-. Y si atendemos a esa lógica, podremos dormir tranquilos. Por su sapiencia y trayectoria, a Hidalgo, al partido (porque será priísta), le sobran portentos en eso de la práctica pública, y no hay uno(a) que no derrame miel entre un amplio sector de la población votante. Conocen lo suyo y procuran alimentar una esperanza, a veces tan fugaz como el propio proceso electoral: con éste(a) ahora si nos va a ir bien… Aserto al que, a falta de otro mejor, la “voluntad popular” se aferra.

            Lo que ha de ser será, y en realidad hasta el momento los perfiles no importan tanto. Se impondrá, como es natural, la mano que mece la cuna. Una mano amiga, conciliadora; que sabe negociar sus afectos, hacer valer los compromisos y, de ser necesario, imponer la disciplina por expediente. Por ello, conforme marcan los cánones de la praxis política estilo Hidalgo, hacer pública la decisión final es cuestión de mero trámite. Mientras que el asunto sobre cómo la decisión se reflejará en el desarrollo de la entidad, aún está por verse.

            Con el ánimo de dejar su impronta, cada personaje adopta una misión propia en buena parte reflejo de su personalidad. En este caso el perfil sí importa, pero sólo podremos atestiguarlo hasta que se encuentre en pleno ejercicio del poder. La norma es que no se dé marcha atrás. Sin embargo en la entidad existe una notable excepción. Tal es el caso del Dr. Otoniel Miranda Andrade, cuyo paso como gobernador fue más bien fugaz, tanto como fugaz fue la intención de Manuel Sánchez Vite de imponer una suerte de maximato en la entidad.

            Tras ser defenestrado Otoniel Miranda, el Grupo Huichapan retoma el poder. En política casualidades no hay. Muchos de los hilos de la política local fueron movidos desde ese grupo y no pocos de los miembros de la clase política en activo deben su carrera a Jorge Rojo Lugo, electo en elecciones extraordinarias con la venia del presidente de la república en turno.

            Los tiempos cambian. Las lealtades terminan. Sólo los intereses prevalecen. Si bien ahora son otros quienes deciden los destinos políticos de la entidad, su fin último es conservar sus cuotas y cotos de poder. Si quieren saber quien habrá de ocupar la oficina central del cuarto piso, sólo tienen que ver hacia “el (la) rival más débil”. Entre menos fuertes sean sus actuales apoyos, más concesiones hará una vez en el ejercicio del poder. Eso dicen las encuestas.

 

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