HOMO POLITICUS
La tristeza invade, vulnera y duele la carne, allí están los sueños rotos y las venas abiertas de América Latina. Nuevamente un niño mendiga las migajas de un pan; los indígenas la última mirada a los usurpadores criollos que desde un programa de hambre intentan volverlos a timar; desde allí desde los sueños rotos, con las manos vacías de los pobres, desde allí, desde los sueños rotos.
La patria de la primavera, aquella que se perdió entre la carestía de la vida y el alza del dólar, aquella que su pabellón no sirvió de cobija para los descalzos, para los pequeños y diminutos que se perdieron ante la bota de su opresor, aquellos que entregaron a los capitales el destino de la nación.
La tierra desde el horizonte perdido, destila la melancolía y la desesperanza, se encarna en los buitres de la usura legal, aquellos que de las tarjetas de crédito ahorcan la dignidad y sepultan la oportunidad para asaltar en despoblado. Allí, desde el buró de crédito, en la lista negra de la ignominia, aquella que insulta tu nombre, que lo vulnera como piltrafa que puede ser arrojada a la fosa común.
Nuevamente los sueños rotos, nuevamente la familia postergada ante el quebranto de la primavera y de ese efímero suspiro llamado aguinaldo; otra vez enero y la gran cuesta, otra vez un “papá necesito zapatos” y otra vez el nudo en la garganta, aquel que aprieta y oprime, que impide tragar los alimentos y quita el sueño, que las tima desde la respuesta del amor, porque ¿a quién se ama más que aun hijo?
Los sueños rotos desde las estupideces de televisa, desde Andrea y la estupidez macabra “el alza del precio de dólar no afecta a los mexicanos”, ¿me vomito o me zurro?, da igual, la estupidez llega para arrebatare, para encolerizar a cualquiera, no hay inteligencia desde la caja idiota y sus payasos que son un vomito del alma.
Los sueños rotos transitan hacia la pesadilla de la realidad, pedir fiado con aquellos que de nada se fían, desde la tiendita más pobre que una rata, más melancólica que perro de barriada, desde esa barriada donde las lombrices se nutre de coca cola y papas fritas, en el estómago de un niño que sonríe por un momento ante la esperanza rota. Desde allí, donde la sinceridad no tiene falsos escrúpulos, desde la pobreza que es vulnerada y negada, desde allí, de donde no hay sacramentos para la miseria, donde la antología de la tristeza está y estará presente.
Allí, donde están los sueños rotos.