LOS RAROS.

“Deja que me persigan los abyectos
quiero atraer la envidia, aunque me abrume.
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume”.
Salvador Díaz Mirón.

El Modernismo es la única aportación de Hispanoamérica a la literatura universal.  El veracruzano Salvador Díaz Mirón (hombre de carácter violento.  Se dice que mató a un hombre porque éste, le pegó a un burro) se considera pre-modernista, aunque es contemporáneo de quien se considera cumbre de esa corriente: el nicaragüense Rubén Darío.

 

Aunque nació en la América Hispana, el verso y la prosa del Modernismo estaban llenos de paisajes exóticos, princesas, diamantes, hadas, elefantes…  Su símbolo era un exótico y elegante cisne.  Tal vez el poema más conocido de Darío es “Los motivos del lobo” en el cual abordaba la conversión temporal de un malvado y torvo animal, en un “perrito” bueno y amigable por obra y gracia de San Francisco de Asís.

 

Perdonando el desvío (propio de mi subconsciente de didáctica literatura) retomo el tema para hacer referencia al libro “Los Raros”, que el bardo centroamericano publicara en 1898 y en 1905, con las semblanzas de poetas (franceses en su mayoría) para sentar la tesis de que en literatura, como en el arte en general y en la  historia misma (agrego) no son los hombres comunes, sino “los raros” quienes revolucionan y cambian su realidad.

 

El inteligente político chihuahuense Artemio Iglesias Miramontes, a quien apodaban “El Filósofo de Rubio” (Rubio se llama su pueblo) afirmaba: “Todos los seres humanos somos iguales, pero hay algunos más iguales que otros”: La masa, el vulgo, el anónimo infelizaje sin rostro y sin identidad.

 

La Historia, para bien o para mal, no la hacen los iguales, sino los menos iguales, cuando sobreviven a las agresiones de su propio pueblo, que puede considerarlos  extraños y por lo tanto, peligrosos.  Dice nuestro glorioso Himno Nacional: “Más, si osare un extraño enemigo…” de donde se infiere que “los otros” son malos, no pueden ser amigos, por el simple hecho de ser raros.

 

En la mitología judaico cristiana, Caín mató a su hermano Abel.  El primero era el raro, el rebelde, el fuerte…  sin embargo, la historia bíblica lo cataloga como “malo”.  Por esa maldad, cambió la historia.

 

En otro tiempo y circunstancia, era común observar por las calles y mercados de Atenas, el cotidiano deambular de un singular personaje: sucio, desgarbado, con la túnica raída y las sandalias (cuando traía) en desastroso estado.  Su mirada estrábica y su actitud serena, no permitían adivinar que éste era un ser que gustaba de molestar a los poderosos con preguntas simples cuyas respuestas ponían de manifiesto que su ignorancia era mayor que su petulancia.  Ese casi  indigente era Sócrates, considerado por el Oráculo de Delfos, el hombre más sabio de su tiempo.  Por raro y agitador social un Tribunal lo condenó, a beber la Cicuta, letal veneno que terminó con su vida.  Sus discípulos trataron de convencerlo de que escapara; no lo hizo, por respeto a la ley.

 

¿Cuál es la fuente de la rareza?  A mi juicio, no es sólo una; son diversas.  Los antiguos faraones, por ejemplo, utilizaban sus conocimientos astronómicos, para predecir con exactitud los desbordamientos del Nilo; obviamente, como buenos histriones, entraban en trance para decir que el mismísimo Dios les daba tan privilegiada información; sin duda fuente de su “divino poder”.

 

A otro revolucionario de su tiempo, buena parte de la concepción judaico cristiana, lo considera hijo de Dios, otra lo cataloga como un impostor.  Aunque logró partir a la historia en dos, Jesús de Nazareth, en la cruz, antes de morir reprochó: “Padre mío, por qué me has abandonado”.

 

Rumbo a la hoguera, Giordano Bruno gritaba: ¡Andiamo! ¡Andiamo!, alegremente, a morir como filósofo.

 

Galileo Galilei hizo célebre la frase que pronunció antes de cumplir su condena ante la Santa Inquisición: “Y sin embargo, se mueve”.  Lo que quiso decir es: “mis palabras no causan el movimiento”.

 

Sin duda Jesús de Nazareth, Giordano Bruno y Galileo Galilei forman parte de selecto grupo de Los Raros.  Redentores de la humanidad.

 

En el polo opuesto, Los Raros también pueden ser arquetipos de infinita maldad.  El célebre Führer de quien Hanna Arent, filósofa judía, estudiosa del totalitarismo, decía: “Hitler no fue producto del sistema.  Él era el sistema”.

 

Eichmann el genocida nazi de los hornos crematorios, según estudios psicológicos serios nunca sintió remordimiento por sus crímenes.  Era absolutamente incapaz de diferenciar el bien del mal.

 

El conocido criminólogo José Luis Santiago Vasconcelos, se declaraba partidario de la pena de muerte, pero no aplicada a delincuentes comunes, sino a aquéllos fuera de serie: “Se otorgan premios, como el Nobel a raros personajes por su obra en favor de la humanidad.   Por equilibrio debe aplicarse la pena de muerte a los más aberrantes criminales; estigmatizarlos por los siglos de los siglos” (por ejemplo, Judas Iscariote es la imagen del traidor por excelencia).  Los muy malos también son raros agrego, mientras en mi mente aparecen imágenes de algún antihéroe de moda.  Digo ¿No?

 

Agosto 2015.

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