Los principios de la lealtad

Los principios de la lealtad

RETRATOS HABLADOS

Cada cual puede asumir la actitud que desee en un cambio de administración gubernamental, en un estado como Hidalgo. 

Los que ayer tundieron con enorme gusto al ex gobernador Olvera Ruiz, una vez que dejó el poder, hoy se sienten ofendidos porque otros hacen lo mismo con Fayad Meneses. Una historia larga, larguísima en que el actuar siempre será de acuerdo a los intereses que exige la coyuntura política. Y ni unos, ni otros, pueden sentirse culpables de algo, porque simplemente, en este trecho de la existencia, actúan de acuerdo a un principio básico: la necesidad de sobrevivir.

También es cierto que quienes hoy le celebran hasta el paroxismo cada una de las decisiones del gobernador Menchaca Salazar, -espero equivocarme-, más temprano que tarde pondrán en práctica el mismo principio de que, las lealtades o el agradecimiento se hicieron para los que no entienden de la vida real.

Sin embargo, porque la existencia humana es tan, pero tan corta, resulta saludable ejercitar una cualidad que parece tiende a dejar de existir: el agradecimiento. Y agradecimiento no implica convertirse en cómplice de nada, pero tampoco en unirse a la turba que busca con la misma prisa que su propia angustia, la forma de quemar todo rastro de relación con los que se fueron, y que a la postre puede representarles complicaciones con los que acaban de llegar.

Son los mismos que durante 10 años que duró el veto absoluto al hoy mandatario hidalguense, se negaron a dirigirle la mirada, todavía más el saludo, y ni por equivocación el abrazo.

Son los mismos que hoy buscan a toda costa hacerse pasar como los único y auténticos defensores de la Cuarta Transformación, porque casi desde niños admiraban a los revolucionarios barbudos de Cuba, a Salvador Allende en Chile, por supuesto al Che, y se saben todas las consignas para corearlas en marchas.

Son los mismos que pasado el tiempo le tundirán al que hoy ensalzan, al que hoy califican casi como El Justiciero de los Pobres. Son los mismos que en la historia de la humanidad ejercen el lamentable oficio de la deslealtad y la traición. Está claro que son necesarios, porque sin su presencia no hay mártires.

Pero es un papel cómodo.

Sumarse a una turba y blandir en la plaza pública temibles acusaciones y señalamientos contra el que ya se fue, es garantía absoluta de que lo mismo harán con el que hoy alaban a diestra y siniestra.

Sumarse a esa marea es fácil, a veces genera dividendos, pero es indigno. Es cierto, seguramente hay responsables de manejos nada claros de dineros, que deben ser castigados en serio, y eso lo planteó el que ya se fue, y también el que llegó.

Pero de ahí a clamar en las calles con bocina de por medio que es necesario quemar a todos en leña verde, es otro asunto. Porque entre más escándalo haga el que pide, exige esa justicia, es evidente que más grande es su pena, su vergüenza.

En el arranque del presente sexenio, será fundamental que la propia personalidad del gobernador Menchaca Salazar, sea la que defina con claridad todas y cada una de sus acciones.

El mandatario hidalguense no es ningún inventado en la política. Sabe en carne propia de lo que sucede en un mundo a veces complicado de entender, pero también de la profunda reflexión que siempre debe ameritar la toma de cualquier decisión.

Sin duda su estilo no se modificará, y será el del presidente del Tribunal que analizaba paso a paso cada caso y decisión. 

En un momento convulso del país, en que pareciera que todo surge a partir de reacciones al bote pronto, tranquiliza saber que, al menos en Hidalgo, primero se piensa y luego se toman las decisiones, y no lo contrario.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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