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Los «Papeles de Panamá» del siglo XVI

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Por Panamá transitaban la mayor parte de las mercancías del imperio y la práctica totalidad de los metales preciosos

 

Mientras un consorcio internacional de periodistas pesca nombres, noticias y escándalos financieros en el mar de documentos filtrados de la firma panameña Mossack Fonseca -los llamados «papeles de Panamá»-, un equipo internacional de científicos está haciendo historia en Sevilla. Curiosamente su investigación, dirigida por Bethany Aram, está sacando a la luz pistas sobre el comercio ilícito y el fraude a Hacienda que ocurrieron en el istmo desde el origen de la primera globalización, hace cinco siglos.

Por Panamá transitaban la mayor parte de las mercancías del imperio y la práctica totalidad de los metales preciosos. Desde el principio hay quejas: «…cueva de ladrones y sepultura de peregrinos, porque certifico a V. Mg. que es grima ver las extorciones e injusticias que allí se hacen y los que las habían de remediar son los principales…», según le dice a Carlos I en 1535 el obispo Tomás de Berlanga desde Nombre de Dios. Pero no podemos caer en ningún esencialismo.

El equipo de investigadores rastrea documentos en un océano de papeles mucho más extenso y profundo que el de la filtración de Mossack Fonseca. Han comenzado en el Archivo General de Indias pero continuarán por el Archivo de Guatemala y otros centros documentales americanos. Llevan apenas unos meses y ya están encontrado datos suficientes para demostrar cómo la primera globalización sufrió en los siglos XVI y XVII -también en el XVIII- muchos de los defectos y delitos que hoy incomodan en la economía global. Sobre todo se agrava todo en el XVII, porque fue escenario de una crisis global.

Dos proyectos dirigidos por Bethany Aram

Existen dos proyectos, dirigidos por la historiadora Bethany Aram: «An ARTery of EMPIRE. Conquest, Commerce, Crisis, Culture and the Panamanian Junction (1513-1671)», financiado con fondos europeos, y «Comercio, Conflicto y Cultura en el Istmo de Panamá», con fondos del Ministerio de Economía y Competitividad. Ambos estudian nuevos aspectos de la primera globalización.

Panamá es el cordón umbilical del comercio mundial desde que España fijó las primeras rutas en los siglos de la navegación. De hecho Colón visita el istmo en uno de sus viajes. La primera ciudad fundada en estas costas de América fue Nombre de Dios, en 1510 y ya tenía el diseño que se repite en todas las fundaciones coloniales españolas. Atacada por Drake en 1572, pronto fue relevada por la bien fortificada Portobelo, capital atlántica del comercio, unida a Panamá, en la costa pacífica por un camino real.

Por supuesto, en otros puertos importantes para el comercio, como Veracruz, Lima, Buenos Aires, La Habana o incluso Cádiz, había también muchos intentos de burlar al fisco, pero ciertamente el istmo, por su posición y por las ferias, fue uno de los mayores mercados del imperio español.

Burlando impuestos

Bethany Aram relató a ABC la esencia de los datos que su equipo está extrayendo de los archivos. Con ese volumen de comercio eran frecuentes los intentos de burlar la ley fiscal. «Con la crisis del siglo XVII aumenta el comercio ilícito», señaló la investigadora.

Muchas veces, tanto a la ida como a la vuelta de la Carrera de Indias, los barcos iban sobrecargados con mercancías que no aparecían en los registros. En ocasiones no podían ni maniobrar. Los funcionarios eran burlados por los maestres de los buques y está registrado que, en ocasiones volvían a cargar, en cuanto se iban, el exceso de productos que habían tenido que desembarcar. Se llegaba a cargar contrabando de mercancías o esclavos en el mar, nada más salir del puerto.

Los impuestos

Los impuestos principales eran el de almojarifazgo (7,5% gravaba los bienes de comercio), el quinto real (1/5 de todo lo que procede de conquista) y el impuesto de avería (que sufragaba la escolta de las flotas). Para desincentivar el contrabando, además, se confiscaba la mercancía no registrada (o el precio de los esclavos fuera de asiento) y un tercio se entregaba al delator, si lo había, y el resto para Hacienda.

Pero había muchas otras formas de torcer los límites impuestos. Si hay algo que las potencias extranjeras siempre desearon fue romper el monopolio español de comercio con las Indias. Y en la medida que los extranjeros recibían permisos para asentarse en la España americana, las vulneraciones se multiplicaban. Normalmente esos permisos tenían que ver con el comercio (asiento) de esclavos, prohibido para los comerciantes españoles, y, más tarde, con el de perlas. Muy pronto se denuncian abusos. «Más que una crisis general de la economía, lo que se produjo en el s. XVII fue una crisis en la capacidad de España de poder extraer beneficios económicos de sus colonias», explicó Bethany Aram.

Extranjeros y lujos

Los extranjeros pasaban como artilleros, marineros y otros oficios. Pero luego podían aliarse con la población local (sobre todo la alejada de las ciudades) o con los cimarrones (esclavos fugados, un problema que fue decayendo en el siglo XVII) para generar redes fuera del control. Así lo relata el oidor de la Audiencia de Panamá, Alonso Criado de Castilla, en 1575: «se transportan la tierra adentro y vienen a adquirir mucha hacienda […] a ser corsarios y como enemigos domésticos mucho más dañosos».

La falta de puntualidad de las flotas, que llegó a producirse cada cinco años a fines del s. XVII, permite el aumento del mercado negro y la consiguiente caída de precios de los productos que de ese modo todo el mundo tenía. A veces a los comerciantes de Perú no les valía la pena acudir a la feria de Portobelo si al embarcar su mercancía ya no podía generar beneficios por ese problema.