• Levantar la voz, para muchos es impensable; la flojera, la apatía, el miedo y la ignorancia, si hacen su chamba…
La mayor parte de la gente caminamos para donde el viento nos empuja, sorteamos el temporal y procuramos sobrevivir con lo que el día nos va dando; nos quejamos, pero por lo general nuestra desdicha la acreditamos a las circunstancias, culpamos a los demás y se nos olvida hacer un análisis de nuestros actos y el consecuente cumplimiento de nuestra responsabilidad; somos hijos del temporal, y la suerte es nuestra guía; y no nos damos cuenta que precisamente es nuestra suerte la que necesita mucha ayuda para hacer su trabajo, y esa ayuda, nosotros somos los únicos que podemos proporcionársela.
Pero levantar la voz, para muchos es impensable; la flojera, la apatía, el miedo y la ignorancia, si hacen su chamba: nos paralizan, nos impiden ir más allá de lo que el día y nuestro escaso esfuerzo nos da.
Quizá por ello nos hemos convertido en una población que gustamos de ser guiados; quizá por ello, algunos simples mortales -el tuerto en tierra de ciegos- son elevados a rango de Mesías; se les adora, se les venera, casi al punto de dar la vida por el guía moral.
Siempre me he preguntado qué es lo que hace que una persona sea seguida por multitudes; la respuesta no tiene nada de simple, si acaso, un común denominador: el miedo de las masas; el temor a hacerse cargo de su propio destino; el miedo a vencer nuestro propio miedo; por ello las masas requieren que “alguien”, lo haga por ellos.
Pero es precisamente ese temor masificado el que le da la fuerza al líder, el que lo convierte en el Mesías redentor, y Él lo sabe, huele los miedos de la masa y los manipula, los usa a su favor; sabe que nadie osará levantar la voz en su contra, pues la falta de organización de las masas los convierte en materia fácil de controlar; pues si acaso hubiese algún inconforme -que los hay por montones- pocos se atreverán a enfrentarse al líder, por el miedo de que nadie lo siga en contra del dictador; teme que lo “dejen morir solo”; y ante esa perspectiva, decide quedarse callado, no actuar, permitiendo que los liderazgos mesiánicos se perpetúen.
Parte de los liderazgos mesiánicos es darle a sus seguidores pan y circo; tocar los puntos que el líder sabe serán apoyados; y nuevamente la flojera sí trabaja en favor del líder; el líder sabe que su posición será apoyada sin chistar, sin cuestionar; pero las posturas del líder llevan otro fondo: decirles a los virtuales opositores que “aquí estoy presente y más les vale no enfrentarme”.
Los líderes pretenderán con cada uno de sus actos sacar beneficios no para sus gremios, sino para sus intereses particulares, pero llevando como inocente carne de cañón a sus fieles, a sus cándidos agremiados; y éstos, dócilmente se dejan guiar hacia una lucha que los está desprestigiando más de lo que quizá ya estén; ¿y el circo?, bueno, con cualquier show con artistas de renombre y una que otra rifa de artículos de primera necesidad, los tiene contentos.
Así pasa, así seguirá pasando en tanto no nos sacudamos del marasmo en que nos tiene hundida nuestra indolencia; se dice que el valiente vive hasta que el cobarde quiere; los mexicanos no somos cobardes, cuando menos no de origen; pero nuestra nobleza, nuestro exceso de nobleza ha sido trastocada por desertores de la democracia, demagogos que han convertido nuestra nobleza en su alimento visceral.
No hay miedo más irracional que el que es producto de la ignorancia, y en este caso, ignoramos que el mejor momento para vencer el miedo es asumiéndolo, enfrentarlo; y decirle a nuestro guía que a partir de ese momento no es más el líder, sino solo un representante de las mayorías; tomar el control de nuestro futuro, no esperar por flojera o desidia, que otro lo resuelva por nosotros.
El problema está en que cuando queremos reaccionar, nos conformamos con saber que hay otros datos y que todo está bien y que todos somos felices, y en ese momento, nuestra desidia y nuestro miedo comienzan nuevamente a hacer su chamba.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.