Los mejores países para vivir…

TEMPORAL

México sigue siendo un país de jóvenes. En 2015, alrededor de 48 por ciento de la población mexicana tenía 25 años o menos. Sin embargo, no existen las condiciones para aprovechar el potencial productivo de éste volumen de población. Así, el llamado bono demográfico, resulta ser un mito genial para el caso mexicano.

 

Mediante un indicador que comprende el uso de datos publicados por el Banco Mundial, la UNESCO y la OCDE, un equipo de investigación encabezado por Félix Marquardt construyó un ranking de 64 países para identificar los mejores y los peores para vivir para las personas con menos de 25 años de edad. Utilizaron 59 indicadores que comprenden encuestas de opinión y datos sobre condiciones de salud y educación, y acceso a empleo, entre otros.

            Conforme a los resultados obtenidos, los mejores países para vivir para la población joven (más de 80 puntos) son Noruega, Suecia, Suiza, Dinamarca y Holanda. Entre los peores (menos de 40 puntos), se cuentan Rusia, Pakistán, Brasil y Egipto. El índice guarda estrecha relación con las condiciones económicas, pero también hay un importante referente a las libertades. México se encuentra en el rango de 40 a 50 puntos, por lo que está muy cercano a los peores.

            Se trata de una situación que debe verse a la luz del volumen de población en el grupo de población de interés. México sigue siendo un país de jóvenes. En 2015, alrededor de 48 por ciento de la población mexicana tenía 25 años o menos. Sin embargo, no existen las condiciones para aprovechar el potencial productivo de éste volumen de población. Así, el llamado bono demográfico, resulta ser un mito genial para el caso mexicano.

En la perspectiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se trata de una cuestión de inclusión social que debe ser atendida en forma prioritaria. Por ende, la cuestión de fondo es un proceso brutal de exclusión social generado en las décadas más recientes. Particularmente en dos ejes principales. Uno, educación, que no se resuelve con el enfoque de la reforma educativa. Otro, el empleo, que bajo las premisas de la reforma laboral tampoco permite prever mejoras sustantivas.

Se encuentra también el asunto de la salud, en especial las adicciones a diversas sustancias. A todas luces problema creciente y negocio boyante a diversas escalas. Sin perder de vista que los jóvenes desempleados de hoy no tendrán un adecuado régimen de seguridad social. Gracias, desde luego, a que los cambios a las leyes del IMSS o del ISSSTE priorizaron el aspecto económico, transfiriendo los aspectos medulares al limbo de los problemas futuros y probables rescates financieros con recursos públicos.

La violencia en sus múltiples manifestaciones también es un problemática grave y factor determinante, conforme a la UNICEF, de deserción escolar y muerte a temprana edad. Esto sin contar el contexto de violencia cotidiana, en el que destacan eventos notoriamente extremos como el de los 43 normalistas desaparecidos, presuntamente calcinados, de Ayotzinapa.

Actos de barbarie que incluso son aceptados y justificados en ciertos círculos, y que no aparecen en indicadores gruesos. Pero de los que se desprende que, ciertamente, México no es uno de los mejores países para vivir.

 

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