LOS CELULARES Y REDES NO HACEN GOBERNADORES

LOS CELULARES Y REDES NO HACEN GOBERNADORES

ALFIL NEGRO

El uso de los celulares ya no es novedad ahora, como lo fue en los años 70, 80 y todavía en los 90, cuando a todos maravillaban y eran sin duda como una posibilidad que se veía como un lujo y un privilegio, al que sólo tenían acceso determinadas personas, porque hasta temor se tenía por su uso, por el daño, se dijo, que podía provocar al oído y al cerebro.

Esto fue al principio, porque después se ha convertido, en su mejor uso, en una herramienta de comunicación indispensable para el trabajo, la ciencia, y fundamentalmente para ser, por lo menos eso se dice, un factor de unidad social y familiar, aunque ya en los hechos reales el celular es un instrumento que divide, agrede y lastima por el uso faccioso que se le da formando parte de estrategias que buscan destruir y agredir.

El sueño del creador del celular Martin Cooper, al hacer la primera llamada desde una calle de Nueva York en 1973, era fortalecer la unidad social y facilitar la comunicación en todos los órdenes de la vida, y no estaba equivocado en su intención, aunque los hechos reales dicen que el celular ha servido para dividir familias y pueblos, para agredir en su uso mañoso a mucha gente, y para provocar verdaderas desgracias.

SU LADO BUENO

El uso de este tipo de telefonía, más del 90 por ciento de los mexicanos y casi el mismo número en Hidalgo, nos dice que su presencia es innegable lo mismo que el uso que se le da de acuerdo a los intereses de personas o grupos.

El celular permite cercanía de familias, rapidez en la solución de problemas porque aceleran decisiones, fortalecer los servicios del estado como quedó demostrado en la pandemia donde los servicios de salud fueron un acierto vía celular y ni se diga en el tema de la educación y el de la seguridad.

EL LADO OSCURO

Pero hay que ver el otro lado de la moneda. Porque el celular por desgracia siendo un medio de comunicación en muchos casos incomunica y divide. Fíjese en los restaurantes: llega una familia y desde que se sientan cada uno de los miembros de la familia saca su celular, y ni caso le hace a sus familiares, cuando la intención de este tipo de comidas es platicar, oír a los padres, a los hermanos a la mamá, pero no. El colmo es cuando les da por hablar con alguien ignorando a los familiares. Al final se van del restaurante más lejanos que cuando llegaron.

Pero donde los celulares son verdaderas armas de intolerancia y agresión, es cuando se convierten en un medio que pretende informar, y peligroso cuando con la imagen lograda se dan juicios de valor en los que generalmente se condena o acusa a gente sin tener elementos para hacerlo y muchas veces desde el anonimato.

Como que vivimos tiempos en que el celular es el rey y se impone a sentimientos humanos, dándose el caso de que en un accidente los presentes en lugar de ayudar la mayoría saca su celular para grabar y después subirlo a sus redes, aunque el accidentado muchas veces fallezca porque quien debió ayudarlo estaba grabando.

Ni se diga cuando hay alguna confrontación o cuando la policía detiene a alguna persona, porque el grito que se escucha es “¡grábalo… grábalo!”, como amenaza de que lo van a exhibir así sean culpables.

Y la aparición de supuestos informadores, que dueños de un celular y de mucha audacia, pretenden convertirse en líderes de opinión. Sin ninguna capacitación en el periodismo con las consecuencias que se pueden imaginar.

El celular es un medio de comunicación pero no hace periodistas.

Y en política, vaya que si los celulares juegan un papel importante como pasó en la reciente elección para gobernador. Pero no se puede apostar todo a las redes porque si bien son importantes lo más valioso siempre será la persona y sus valores.

Porque los celulares tampoco hacen gobernadores.

Por lo menos es lo que vimos.

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