RELATOS DE VIDA

La mañana se antojaba para cambiar drásticamente las actividades, el tono grisáceo del cielo calmó el frenesí de salir a correr, tomar un jugo y comer una ensalada en recompensa, de bañarse con agua fría para alertar al sistema nervioso y comenzar con los pendientes del trabajo.
Era un sábado que describía un amanecer deprimido, con intenciones de desahogar su tristeza con lluvia y su enojo con truenos y relámpagos; o particularmente para Mario, dichas condiciones ambientales le originaban ese ánimo.
El escenario, para el fúnebre, orilló al hombre de casi 60 años a permanecer en pijama, preparar un café, tomar un álbum fotográfico, una frazada y un cojín, poner música clásica y acomodarse en el sillón reclinable, cuya posición apuntaba a tener una vista espectacular de paz y tranquilidad, por el verde de los árboles pero que contrastaba con el casi negro del cielo.
El libro forrado en piel, contenía imágenes de su trayectoria deportiva, aquella que le hizo tocar la gloria por los éxitos alcanzados, por el dinero obtenido, por los lujos disfrutados, y por la larga lista de mujeres con quienes compartió.
Antes de pasar cada página, tocaba suavemente la orilla, como si el acto le permitiera recrear los sentimientos de felicidad, éxito y satisfacción, los mismos que sintiera en aquellos años, los mismos que se fueron y que a pesar de recordarlos, también se acababan con el cambio de la hoja plástica.
Tardó escasos 15 minutos en revisar el álbum, como así se le fue la gloria, la juventud y el cúmulo de éxitos, lo llevó a despilfarrar, a no pensar en un futuro para su vejez, ni siquiera en una familia; ahora se encuentra solo, en una pequeña cabaña perdida en el bosque; y cada vez que el amanecer es gris, regresa la nostalgia por esos años en donde sentía que estaba en la cima del mundo.