Home Nuestra Palabra Los 70 y José José

Los 70 y José José

0

LAGUNA DE VOCES
    •    José José era una alternativa cuando otro José, pero de segundo nombre Alfredo, había desgarrado las gargantas de los siempre sufridos… 


El único hecho concreto y definitivo, fue que en 1979 cantábamos El Triste estrenada nueve años antes en el “Festivalote”, como le decía Jorge Saldaña, y apenas doce meses antes había estrenado Almohada; y también, que estábamos a punto de convertirnos en ciudadanos mayores de edad, a punto de terminar el bachillerato en una escuela experimento del entonces rector de la UNAM, Pablo González Casanova, donde todas las materias, incluso Laboratorio de Química, se abordaban desde el punto de vista marxista.
    José José era una alternativa cuando otro José, pero de segundo nombre Alfredo, había desgarrado las gargantas de los siempre sufridos que veían pasar la noche en los jardines de la Unidad Habitacional El Rosario de Azcapotzalco en la Ciudad de México, cuando era posible deambular hasta la madrugada sin que algún buen cristiano tuviera a bien asaltarnos. Aunque ahora que me acuerdo nada llevábamos que pudieran quitarnos, como no fuera la guitarra del compañero de apellido León.
    Aullábamos en todo el sentido de la palabra; interpretábamos con singular decoro El Sapo Cancionero, ese que estaba embrujado por la Luna, tenor de los charco grotesco trovero. Uno de los seis lloraba amargamente a las tres o cuatro de la mañana y al mismo tiempo, coro de adoloridas voces, entonábamos El Triste, porque solo pensando en el amor de la invocada podíamos ayudarnos a vivir. Casualmente de los seis, por lo menos tres recordábamos a la misma sin que por lo menos alguna vez preguntáramos si se trataba de aquella de ojos claros y serenos como la poesía.
    Respetábamos el dolor individual porque el asunto era sufrir por mal de amores, que en la vida de todo revolucionario surgido de las filas ceceacheras el asunto del amor como la vida, siempre tenía que desembocar en amargas noches de extrañar y canto, que de tan adolorido si El Cigala nos hubiera visto seguro contratados estábamos para sus presentaciones.
    Para acabarla de amolar en el 79 justamente puso de moda Si me dejas ahora, y coincidió con que los seis menos uno que había desertado de las desmadrugadas, aprendíamos el intrincado arte de sufrir como condenados por el recuerdo. Salir de la escuela a las nueve de la noche resultaba una invitación abierta para mirar la existencia humana con un sentido gusto por la reivindicación del romanticismo, y poner en marcha la idea de que todo tiempo pasado había sido mejor.
    Sin embargo, Lo Pasado Pasado, de 1978, resultó ser la mejor posibilidad para levantar la cara y retomar el libro de Marta Harnecker Los Conceptos Elementales del Materialismo Histórico, y de la que me entero murió el pasado 15 de junio en Vancouver, Canadá.
    Después tuvieron que pasar muchos años para que una madrugada en que se está a la espera de que termine el tiro de la rotativa, el poli Lalo pusiera en su computadora El Triste, ese video en que Marco Antonio Muñíz queda con la boca abierta igual que Alberto Vázquez. Era 1970 y no ganó el dichoso festival, pero en muchos sentidos dio origen a una leyenda en que muchos admiraban su capacidad para jugarse la vida en al alcohol, de buscar huir de una vida que simplemente lo trató mal y le jugó malas pasadas.
    Los seis amigos lo admirábamos porque hizo lo que le vino en gana, porque fue consecuente casi hasta el final de sus días con la incapacidad para entender y darle sentido a eso de vivir. José Alfredo nunca buscó dar marcha atrás porque seguramente no tenía necesidad de hacerlo, y porque su autodestrucción fue tan pacífica como silenciosa.

Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta