LORCA QUE TE QUIERO LORCA

#ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO
    •    Octogésimo primer aniversario de la muerte de Federico García Lorca.


Estimados Amigos, con el gusto de saludarlos desde este espacio de Plaza Juárez. Unos dicen que fue el día 18, otros que el día 19, de agosto, la única certeza que se tiene es que ocurrió en el año 1936 el infame asesinato de Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, ese Andaluz Universal que llenó una enorme página de la Literatura y que precisamente el pasado fin de semana cumplió 81 años de muerto en un acto de la sinrazón humana; asesinado por cuestiones más allá de la política o las creencias religiosas, de sátrapas y tiranos; asesinado por la cobardía cultivada en la ignorancia, asesinato que al final de cuentas se volvió contra el victimario, que pretendiendo apagar una voz, con su infame acto, solo logró avivarla haciéndola trascendente y eterna.
Mi encuentro con García Lorca y su obra, fue andando caminos polvorientos, persiguiendo la quimera de ser Torero, la fuerza desbordante de la poesía de Federico me atrapó en su fascinante sincretismo de vitalidad y muerte.
Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros, Provincia de Granada; y junto con Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Pedro Salinas, Miguel Hernández, Jorge Guillén y Dámaso Alonso integró la denominada Generación del 27, así llamada por el Homenaje que ese grupo de poetas organizó, el año de 1927 en Sevilla, para conmemorar los trescientos años de la muerte del Poeta y Dramaturgo Luis de Góngora y Argote.
Si bien es cierto que todos los integrantes de la Generación del 27, estuvieron muy ligados a la Fiesta Brava, ha sido precisamente Federico García Lorca el que más significación tuvo en el medio taurino, ante todo por la estrecha amistad que cultivó con no pocos taurómacos y en especial con el Matador de Toros Ignacio Sánchez Mejías, muerto en Manzanares en 1934, en quien los miembros de la Generación del 27 tuvieron un mecenas; aunado esto a lo pródiga en temas gitanos –tan ligados a lo taurino- de su obra, que culminaría precisamente con la Elegía “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, con la que García Lorca rinde homenaje al amigo trágicamente muerto.
Aquí aparecen las palabras que rigen la obra literaria de Federico, tragedia y muerte-muerte y tragedia, recurrentes en cada poema, en cada texto, como presagio del propio fin del poeta. Se podría decir que el mismo García Lorca fue directo a su suplicio
desoyendo las prudentes voces de sus amigos que le aconsejaban permanecer en Madrid, en donde incluso algunas Embajadas, entre ellas las de Colombia y México, le habían ofrecido asilo político, sin embargo, como todo mortal fiel a su destino, partió a Granada al encuentro con la muerte, trágica muerte, muerte trágica, sin lógica, sin justificación, sin sentido, sin beneficio para causa alguna.
Pero si la tragedia y la muerte son una constante en la obra de Federico, no menos han sido los la Fiesta de Toros y los gitanos, de ellos llena su literatura, como buen Andaluz que era, los relaciona con el Duende ese “poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”. En su Conferencia “Teoría y juego del duende”, con relación a la Fiesta Brava señaló:
“El duende no se repite, como no se repiten las formas del mar en la borrasca. En los toros adquiere sus acentos más impresionantes, porque tiene que luchar, por un lado, con la muerte, que puede destruirlo, y por otro lado, con la geometría, con la medida, base fundamental de la fiesta. El toro tiene su órbita; el torero, la suya, y entre órbita y órbita un punto de peligro donde está el vértice del terrible juego; se puede tener musa con la muleta y ángel con las banderillas y pasar por buen torero, pero en la faena de capa, con el toro limpio todavía de heridas, y en el momento de matar, se necesita la ayuda del duende para dar en el clavo de la verdad artística. El torero que asusta al público en la plaza con su temeridad no torea, sino que está en ese plano ridículo, al alcance de cualquier hombre, de jugarse la vida; en cambio, el torero mordido por el duende da una lección de música pitagórica y hace olvidar que tira constantemente el corazón sobre los cuernos. Lagartijo con su duende romano, Joselito con su duende judío, Belmonte con su duende barroco y Cagancho con su duende gitano, enseñan, desde el crepúsculo del anillo, a poetas, pintores y músicos, cuatro grandes caminos de la tradición española. España es el único país donde la muerte es el espectáculo nacional, donde la muerte toca largos clarines a la llegada de las primaveras, y su arte está siempre regido por un duende agudo que le ha dado su diferencia y su calidad de invención”
Es esta afirmación de García Lorca es, en lo personal, una de las más emotivas para definir la pasión de la Fiesta de Toros, que sin duda fue un férreo defensor de la Tauromaquia de quienes –en su época- la calificaban -como hoy- de bárbara e inculta.
Y lo que son las cosas, ochenta y un años después de que pretendieron callarlo, la obra literaria de Federico García Lorca continua vigente, llenando los espacios vacíos de las almas sensibles, porque para leer a García Lorca, hay que tener sensibilidad, o como el poeta decía “Duende”.
Por ahí nos vemos ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO, si Dios lo permite.

Related posts