Londres, ciudad abatida

 

Una sensación generalizada de postración mezclada en ocasiones con ráfagas de rabia. “Tengo miedo. Entramos en una fase desconocida. Es como si hubiéramos desatado una reacción nuclear que ahora nadie puede parar y que no sabemos a dónde nos llevará”.

 

 

Daba exactamente igual que, ¡por fin!, brillase un sol espléndido. Londres amaneció el viernes abatida, aplastada. Las guerras son así: tienen vencedores y vencidos, y la capital ha resultado clamorosamente derrotada. Aunque el 60% de sus votantes (2,26 millones de los 3,7 millones de londinenses que en total participaron en el referéndum) marcó en la papeleta del referéndum la casilla para seguir en la UE, llegando en algunas barriadas a alcanzar el 70%, Londres se despertó sobrecogida y horrorizada con la noticia de la victoria del Brexit.

Aparentemente todo seguía igual: el metro iba a reventar en las horas punta, las tiendas estaban abiertas como siempre, la gente trabajaba como cualquier otro día, los turistas hacían fotos sin parar.

 

Sin embargo desde el viernes también se perciben ciertos detalles distintos. Pequeñas cosas, como más pies que se arrastraban cansados, más silencios de los habituales, más caras compungidas o más miradas cabizbajas.

 

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