LO QUE SE ESPERA DE LA CONCIENCIA CIUDADANA

Conciencia Ciudadana      

El 2017 será un año difícil, lo han ya dicho muchos, entre ellos quien esto escribe. Sin embargo, es justo pensar que los cambios que ya comenzaron a verse desde el último semestre del año pasado traerán cambios positivos y no sólo negativos, porque el futuro es impredecible, y lo que damos por sentado y sabido resulta que de un día a otro se viene abajo y entonces es el momento de pensar y vivir de otra manera a la que estábamos acostumbrados.
Quienes se desenvuelven en el medio político cuentan una gran capacidad para mimetizarse a los cambios. Sin embargo, para la mayor parte de ellos, cambiar es más parecido a una fiesta de disfraces, en la que pueden modificar su apariencia sin tocar su verdadera naturaleza. No ocurre así con los ciudadanos comunes, acostumbrados a los hábitos y las rutinas y temerosos de cualquier contingencia que les obligue a cambiar su conducta cotidiana. Sin embargo, cuando lo hacen, los cambios son en ellos radicales. A diferencia del político que cambia para que todo siga igual, los cambios colectivos, aunque dolorosos, son de mayor hondura y calado.
 Por eso decimos que, paradójicamente, los escenarios que se están viviendo pueden ser también la causa de un cambio positivo para nuestras vidas. En el plano que ha ocupado la atención de este espacio, es decir, el de la Conciencia Ciudadana, consideramos que ésta ha comenzado a prestar atención a ciertos asuntos de los que hasta ahora permanecía indiferente porque, desafortunadamente, es hasta que la lumbre nos llega a los aparejos o hasta que tenemos encima los problemas cuando comenzamos a reaccionar.
La sociedad mexicana ha tenido por costumbre considerar que la cosa pública es asunto de los políticos mientras no le afecten directamente. Esta viciosa costumbre ha abierto una grieta abismal entre gobernantes y ciudadanos; pues los primeros toman sus decisiones prácticamente sin tomar en cuenta los intereses de lo segundos, mientras que la atención ciudadana se muestra apática frente a lo que aquellos hacen con los negocios públicos, dejando para su desahogo tan sólo el reniego o la burla impotente. 
En sociedades como la nuestra, donde la iniciativa social o personal tiene que pasar por el filtro de un cacicazgo, un padrino político o un partido, la crítica y la participación política independiente aún genera sospechas e incluso burlas entre quienes no son capaces de activarse por su propia cuenta, y las costumbres, los hábitos y aún las leyes parecen propiciar que dicha inmovilidad persista.  Las mentalidades libres, autónomas, creativas y sensibles son vistas todavía como una rareza social, una forma de ser que provoca molestia y enojo no solo entre los poderosos sino hasta en la misma sociedad, inmovilizada como está por prejuicios surgidos de una moral convenenciera, una religiosidad costumbrista y una educación acrítica y adaptativa.
 Hoy, decíamos, estas viejas costumbres pueden sufrir modificaciones profundas. Los aires del 2017 evocan los de pasados tiempos de cambio: el de la primavera de Praga y los de octubre de 1968, el del verano de 2012 y los de 2014, entre tantos otros.  No se trata de una mera intuición ni una alusión poética. Las condiciones objetivas que se van presentando a tan temprana fechas como este principio de año, nos lo están haciendo evidente: el golpe del gasolinazo ha recibido por primera vez con una repulsa inmediata de la sociedad, quien pese a los fríos tiempos en que se le dio a conocer, comenzó  a manifestar su repudio desde las primeras horas del año sin esperar que le den permiso para protestar contra tan absurda medida. 
¡Vaya pues!, al fin la sociedad civil se despereza sin esperar siquiera a curarse la cruda de fin de año ni los tamales de la Candelaria como los cánones de nuestras pachorrudas costumbres lo indican. Qué bueno que así comience el año y esperamos, que así continúe: con la sociedad mexicana e hidalguense en plena participación sin esperar nada de nadie, salvo del propio esfuerzo que realice para salir adelante.
 Como en el infierno de La Divina Comedia del poeta Dante, el 2017 anuncia en su puerta “Que pierda toda esperanza quien cruce este umbral”. Que no haya pues ilusos para que no haya ilusiones; pero es de desear que los corazones y las voluntades ciudadanas acumulen toda su fuerza para salir adelante en los desafíos que le esperan los siguientes meses, que no son pocos ni menores. Así las cosas, no nos resta sino desearles felices movilizaciones, reuniones, mítines y marchas; mucho estudio y análisis, mucha crítica y sobre todo autocrítica, porque los cambios no llegarán por milagro.  Adelante pues, que queda un largo camino por delante.
FELIZ AÑO MUCHACHOS, DONDE QUIERA QUE SE ENCUENTREN.  Y recuerden que nosotros seguiremos exigiendo que los queremos vivos como vivos se los llevaron.

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