Home Nuestra Palabra ¡Lo lamento!

¡Lo lamento!

0

RELATOS DE VIDA

¡Lo lamento, Tata! en verdad lamento que tu partida a otro plano, a uno más bonito, más sereno, lleno de luz, de paz, de alegría y de amor, también haya significado el punto de partida para tantos problemas terrenales.

Aunque todos los días te recuerdo, hoy en especial escudriñando algunas fotos y desempolvando algunos recuerdos, no solo confirmo que te extraño, que sigues y seguirás presente en mi memoria, alma y corazón; sino que también corroboro que tu fecha de partida fue oportuna para que no vivieras la situación por la que transita la familia.
Como hombre de la casa, siempre tuviste la tolerancia, paciencia e inteligencia para manejar las diferentes personalidades de tus hijos; pero hoy que no estás, no existe una persona capaz de poner en orden los problemas.
Y lamento aún más, recriminar constantemente la existencia de uno de tus hijos que adoptó tu ausencia como una forma de hacerle daño a la familia con sus intrigas, daño físico y moral, en pocas palabras, su maldad como argumento a su mediocridad, falta de sueños, de una pareja íntegra, de unos hijos exitosos y cariñosos y de una vida plena.
Ha sido una cadena de sufrimiento que se ha visto respaldada por una justicia comprada, por una red de corrupción y de actos ilícitos, segura estoy que tu no le enseñaste ese actuar ni tampoco lo educaste a dejar de creer o a llenar su corazón de odio y resentimiento.
Ha golpeado, maldecido, provocado angustia y temor, amenazado, y todo por un maldito pedazo de terreno, mismo que tú heredaste en vida para evitar problemas, y vuelvo a lamentar que lo que diste con amor sea causa de conflictos que han llegado a tribunales y hospitales.
Hasta ahora entiendo por qué meses antes de partir comentabas que al morir no querías ver a los integrantes de esa rama de tu árbol genealógico en tu funeral, ya sabías que lo que eran capaces de hacer, pese a todo el apoyo que ofreciste.
Lo sabías muy bien porque te ignoraban cuando pasabas a lado de ellos, porque no recibiste visitas, mucho menos abrazos y consuelo, ni disfrutaron de unos frijolitos con queso cotija y un chile de “amor”, o de un chínguere para el “desempance”.
Lamento decirte que ese hombre ha dejado ser parte de mi familia, lo desconozco totalmente, lamento aún más decirte que me alegra haber tomado esa decisión; pero lo que si lamento y me duele profundamente es no haber cumplido con tu instrucción, y haberlos corrido a patadas del velorio.
Haberles impedido la entrada a ese último adiós al que solo los que te cuidaron, bañaron, cambiaron, leyeron, platicaron, apapacharon y besaron no solo en los últimos días de tu existencia, sino siempre, tenían derecho; y en el que por fin después de tanto sufrimiento por el cáncer te veías tranquilo e incluso feliz porque verías a tu viejita.
Lamento tanto que te hayas ido, pero también agradezco que lo hayas hecho para no tener que lidiar con todo esto. ¡Lo lamento tanto Tata! Besos al cielo.