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Líderes iberoamericanos evitan confrontar temas polémicos

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    •    La crisis migratoria y la deriva de Nicaragua y de Venezuela apenas sobrevuelan una cumbre sin líderes de peso político de la región


La cita de La Antigua evidenció que la cumbre carece de músculo y también de retórica para afrontar de forma colectiva los nuevos desafíos de la región. La sesión plenaria se convirtió en una sucesión de monólogos donde cada uno de los mandatarios expuso los logros de su gestión y los problemas que afrontan sus países
La Cumbre Iberoamericana echó el cierre el viernes hasta dentro de dos años con la sensación de oportunidad perdida y ausencia de posicionamientos concretos, más allá de la retórica diplomática, sobre los temas que más afectan a la región.
La crisis migratoria en todo el continente o la deriva autoritaria de Venezuela y Nicaragua sobrevolaron la reunión, pero pasaron inadvertidos a la hora de los pronunciamientos oficiales.
La cita de La Antigua prometía ser una de las más destacadas de los últimos años, pero ha terminado por quedar difuminada por la ausencia de líderes de peso de la región.
A las ausencias ya conocidas de antemano de Mauricio Macri (Argentina), Sebastián Piñera (Chile), Iván Duque (Colombia) y Nicolás Maduro (Venezuela) se sumó a última hora la del nicaragüense Daniel Ortega, que optó por no acudir a un encuentro que se le presuponía hostil.
Además, los dos líderes sobre los que gravitará buena parte de la atención de América Latina, Andrés Manuel López Obrador (México) y Jair Bolsonaro (Brasil) aún no han tomado posesión del cargo, por lo que la presencia de sus antecesores, Enrique Peña Nieto y Michel Temer, fue testimonial.
Ante el declive de los organismos multilaterales regionales y la pérdida de peso político del bloque bolivariano en citas como Unasur, Celac o Alba, la Cumbre Iberoamericana tenía la posibilidad de renacer como un espacio de encuentro después de años de citas excesivamente politizadas.
Más allá de la exposición de las preocupaciones de los países miembros, que van desde el precio del café de Honduras a la ‘economía naranja’ de Colombia o el impulso feminista de España, poco más que el idioma común parece unir a los países miembros.